1.- Introducción y contexto:
La asunción de Donald Trump como
presidente de los EE.UU., es y será un punto de inflexión en el entramado de
las relaciones internacionales y en el panorama ideológico global. Su
contundente victoria le otorga el control sobre ambas cámaras del Congreso y augura
una política exterior marcada por un pragmatismo descarnado y una visión
geopolítica centrada en una retórica de confrontación con China, pero que en realidad parece
esconder una lógica transaccional con el gigante asiático. Asimismo, desde el punto de vista cultural, su gestión
estará caracterizada como una profunda contrarrevolución conservadora que posiblemente
reconfigure el panorama político occidental.
En este contexto, mientras el cambio climático habilita nuevas
rutas en el Polo Norte cobra importancia la denominada “geopolítica de los
accesos”[1].
Esta refiere al control (directo e indirecto) sobre los accesos marítimos (o
fluviales) estratégicos desde el punto de vista geoeconómico (flujos de bienes
y suministros críticos) y geopolítico (ventajas militares frente a diversas
hipótesis de conflicto). Los principales movimientos de esta geopolítica
parecen ocurrir en el Indo-Pacífico. En los últimos años, China viene
desarrollando, junto con Tailandia y Malasia, ejercicios militares en el estrecho
de Malaca. Por su parte, en 2024, Estados Unidos, el Reino Unido y Australia
lanzaron, en el marco de la alianza AUKUS, el primer ejercicio militar a gran
escala en la Bahía de Jervis, situada en Australia.
La alianza llamada AUKUS tiene
como objetivo contrarrestar la expansión militar china en la región y está integrada
por Reino Unido, Estados Unidos y Australia. La misma, anunciada en 2021, ha
servido para el desarrollo de submarinos de propulsión nuclear para Australia,
así como la cooperación en áreas de defensa avanzada y ciberseguridad.
Con anterioridad, en 2017, el
gobierno de Estados Unidos había hecho revivir el Diálogo de Seguridad
Cuadrilateral (QUAD), una iniciativa que había sido creada diez años antes y
luego quedó en desuso. El foro incluye a Estados Unidos, Japón, Australia e
India, y su reactivación representó un esfuerzo por coordinar estrategias de
seguridad y defensa en el Indo-Pacífico, en respuesta a la creciente influencia
de China.
En el actual momento de
conflictividad entre grandes potencias y de fragmentación geoeconómica, queda
cada vez más evidente cómo el comercio internacional, la logística marítima y
el poderío militar marítimo están fuertemente entrelazados. Un dato relevante,
es que en 2024 hubo, grandes demoras en el canal de Panamá por la extrema
sequía, e interrupciones en el canal de Suez por el ataque de los rebeldes
hutíes de Yemen a los barcos comerciales debido a la guerra en Gaza.
Esta situación obligó a
buscar rutas alternativas para la navegación comercial de contenedores a través
del estrecho de Magallanes (Chile) y el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), lo
que evidencia una revalorización estratégica de estos accesos alternativos dado
los contextos geopolíticos descriptos.
En el contexto de la
geopolítica de los accesos, es esperable que la administración Trump ejerza influencia
sobre la región más austral del hemisferio, donde se encuentran accesos con un renovado
valor estratégico, como el estrecho de Magallanes y enclaves próximos a la
Antártida como son Ushuaia y Punta Arena.
A su vez, en un orden internacional
anémico en términos de respeto de las normas, todo se justifica por razones del
interés y de seguridad nacional. Es decir, que las llamadas preocupaciones de
seguridad están por encima de todo. Por lo tanto, no hay que entender la
geopolítica de los accesos a través de la lente del mundo de hiperglobalización
en que solíamos vivir, sino de la de una globalización de riesgos, marcada por
la constitución de regionalismos parcelados semejante al modelo geopolítico de
las pan regiones expuesto por el teórico alemán Karl Haushofer.
En ese sentido, una de las
hipótesis en relación con la configuración del poder global bajo el
segundo mandato de Trump refiere que, más allá de su oratoria combativa, lo que
busca es una negociación con Rusia y China por zonas de influencia regionales,
en la que Washington tendría un renovado interés por controlar su área contigua
(“América para los americanos”, según la Doctrina Monroe) alivianando y
relajando las presiones y la injerencia en otras geografías.
2.- Los posibles ejes de la
política internacional en la era Trump:
La
competencia con China se presenta –prima facie- como el eje articulador de toda
la política exterior estadounidense. Esta visión explica movimientos que en un
principio pueden parecer dispersos, desde el interés por Groenlandia hasta la
atención renovada hacia el Canal de Panamá. El
interés por Groenlandia, que ha generado tensiones con Dinamarca, no se debe a
un simple capricho territorial. Esta inmensa isla ártica representa un punto
estratégico crucial en la competencia con China por el control de las rutas
marítimas polares y el acceso a recursos naturales críticos. Por eso, en el
corazón del Ártico, Groenlandia se ha convertido en el epicentro de una batalla
geopolítica silenciosa que Trump simplemente ayudó a visibilizar.
La isla y el ártico,
almacenan vastos recursos naturales y se encuentran en medio de una compleja
red de intereses donde China emerge como un participante de creciente
importancia, tejiendo una estrategia multifacética que abarca desde la
colaboración científica hasta vínculos económicos y políticos. Mientras el
deshielo glaciar desvela nuevas oportunidades de explotación, Groenlandia tiene
como objetivo independizarse de Dinamarca, su antigua potencia colonial,
en un momento en que el panorama internacional no podría ser más intrincado.
Por su parte, la creciente
presencia china, aunque no explícitamente apoye la independencia groenlandesa,
alimenta indirectamente estas aspiraciones, generando inquietud tanto en
Dinamarca, que ve amenazado su histórico dominio sobre la isla, como en Estados
Unidos, temeroso de perder su posición estratégica en la región. En este
tablero geopolítico, China mantiene sus opciones abiertas, contemplando, como
la posibilidad de ganar influencia en Groenlandia, en su búsqueda por
establecer una presencia significativa en el Ártico.
El interés chino abarca
virtualmente a todos los sectores de la economía groenlandesa, incluidos por
supuesto sus recursos energéticos. Sus compañías petroleras insisten en obtener
concesiones para la explotación de la zona costera del norte de la isla. Hay
también cuatro proyectos mineros en desarrollo, asociados a la extracción de
hierro, cobre y otros minerales. El Partido Popular Danés, una formación
nacionalista alerta contra el peligro de que Groenlandia termine transformada
en un protectorado chino.
Lo concreto es que las
actividades de China en Groenlandia se han intensificado y expandido de manera
constante en los últimos años y el gobierno de Groenlandia tiene una actitud
positiva hacia China y le da la bienvenida a sus inversiones[2].
En ese orden, el despliegue
de influencia de Washington sobre las adyacencias del círculo polar ártico y
por el canal bioceánico no es novedosos. De hecho fue muy fuerte bajo el
gobierno de Joe Biden. Desde 2023, los think tanks de
Washington observan las posibles implicancias estratégicas del avance de los
independentistas en Groenlandia en las elecciones de abril de 2025 y las
discusiones sobre la independencia en la isla.
Una lógica similar se aplica
al renovado interés de EE.UU. por el Canal de Panamá. La creciente presencia
china en la administración de esta vital arteria del comercio mundial preocupa
a Washington. Trump ha señalado que los altos costes de tránsito impuestos a
los buques estadounidenses suponen una desventaja estratégica que debe
corregirse, lo que sugiere una posible intervención más directa en la gestión
del canal.
En marzo de 2024, la General
Laura J. Richardson, entonces jefa del Comando Sur, señaló ante el Congreso que
las inversiones chinas en infraestructura sirven como “puntos de futuro acceso multidominio” para el ejército chino,
refiriéndose puntualmente al canal[3].
Siguiendo con la perspectiva
continental, Latinoamérica ocupa un lugar particular en este nuevo esquema
geopolítico e ideológico. La región se percibirá principalmente a través del
prisma de la competencia con China, junto con las preocupaciones tradicionales
sobre inmigración y narcotráfico. La creciente influencia económica china en la
región, manifestada en inversiones masivas en infraestructura y acuerdos
comerciales, representa un desafío directo a la hegemonía estadounidense en su
propia “oikumene” o zona de
influencia, frente al cual Trump no permanecerá pasivo.
En noviembre de 2024, en el
marco de la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por
sus siglas en inglés), la presidenta de Perú, Dina Boluarte, y el presidente de
la República Popular China, Xi Jinping, inauguraron el megapuerto de Chancay,
una inversión de la firma estatal China Ocean Shipping Company, conocida como
COSCO, de más de 3.400 millones de dólares.
El puerto cuenta con 15
muelles operativos con capacidad de recibir buques Post Panamax -barcos
modernos tan colosales que superaban las limitaciones de tamaño del canal de
Panamá original- en solo 25 días de navegación desde China. Habrá que ver la
reacción del nuevo gobierno de EE.UU. frente a esta realidad, considerando que
dicho puerto puede ser para China un punto de acceso multidominio.
En lo que respecta a Europa,
la reconfiguración de la OTAN también experimentará cambios significativos bajo
una nueva administración Trump. Su visión realista de las relaciones
internacionales sugiere un enfoque más transaccional hacia la alianza
atlántica, por lo que es posible que exija mayores contribuciones financieras
de los aliados europeos y ponga en duda el compromiso automático de defensa
mutua.
En Oriente Medio, Trump
promete traer la paz, aunque sin especificar cómo. Su historial de políticas proisraelíes y su relación cercana con el
primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sugieren que seguirá apoyando a
Israel, aunque también ha expresado su deseo de poner fin al conflicto en Gaza.
Su primer éxito en la arena
internacional ha sido la tregua obtenida y la liberación de rehenes. Como queda
claro al leer la declaración de los qataríes, que ejercieron de mediadores, el
papel del equipo de Trump, encabezado por Steve Witkoff, fue más
decisivo que el de la administración saliente[4].
Otro elemento será su enfoque de «máxima presión» contra Irán, que
probablemente se intensificará, lo que podría generar nuevas tensiones
regionales.
En relación a la guerra en
Europa, la administración Trump ve el conflicto ucraniano dentro de un contexto
geopolítico más amplio, donde el verdadero rival estratégico no es Moscú, sino
Pekín. En este sentido, se considera desde su óptica un grave error táctico de
la administración de Joe Biden haber convertido a Rusia en el principal
villano y aislarla, lo que solo ha conseguido acercarla más a China.
Todo indica que la política
comercial hacia China será particularmente agresiva. Trump ha anunciado
aumentos significativos en los aranceles a las importaciones chinas y ha
señalado que utilizará todas las herramientas disponibles para reducir la
influencia económica de Pekín. Esta postura podría tener consecuencias
globales, alterar las cadenas de suministro internacionales y obligar a muchos
países a posicionarse en la rivalidad chino-estadounidense. Aunque no podemos
dejar de señalar que la retórica confrontativa de Trump es parte de su política
transaccional para obtener concesiones.
En el ámbito interno y
cultural, esta nueva era Trump representa mucho más que un cambio en la
política exterior. Su administración promete desencadenar una profunda
contrarrevolución conservadora que fusiona el nacionalismo tradicional con
elementos del denominado tecnopopulismo moderno. Esta transformación cuenta con
poderosos aliados como Elon Musk, Larry Ellison, Jeff Bezos, Sam Altman, etc.,
que simbolizan por un lado, la convergencia entre el poder tecnológico y el
conservadurismo cultural y por el otro, la intención de generar
una era dorada en inteligencia artificial en EE.UU. que supere definitivamente a China en la carrera tecnológica y conformar un nuevo
establishment con inocultables connotaciones transhumanistas.
3.- La guerra cultural de la
era Trump de alcance global:
La guerra contra la denominada
“cultura woke” y el progresismo ocupa y ocupará un lugar central en esta
nueva administración. Trump ha prometido desmantelar lo que denomina
«adoctrinamiento de género» en las escuelas, universidades y corporaciones
estadounidenses. Esta ofensiva
cultural probablemente incluirá recortes significativos en financiamiento
federal para programas de diversidad e inclusión, así como presión sobre
instituciones educativas que promuevan lo que los conservadores consideran una
«ideología progresista radical».
El modelo de Viktor Orbán en
Hungría es un ejemplo de esta transformación cultural. Al igual que el líder
húngaro, Trump busca utilizar el poder del Estado para promover valores
tradicionales y nacionalistas, y atacar lo que considera la hegemonía cultural
progresista en los medios de comunicación, las universidades y el mundo
artístico. Esta estrategia incluye el fortalecimiento de medios de comunicación
conservadores y la creación de instituciones culturales alternativas que
promuevan una narrativa conservadora y nacionalista.
La
visión de Trump y sus aliados tecnopopulistas trasciende las fronteras
estadounidenses. Su objetivo es establecer una red internacional de líderes y
movimientos conservadores que compartan su oposición al globalismo progresista
y su tecno optimismo basado en la Inteligencia Artificial y el capitalismo algorítmico.
En el ámbito tecnológico,
figuras como Musk no solo aportan recursos económicos, sino también plataformas
de comunicación fundamentales para esta “revolución conservadora” y para “la
era dorada en IA”. La transformación de Twitter simboliza esta unión entre el
poder tecnológico y el conservadurismo cultural, creando espacios digitales
donde las voces conservadoras pueden prosperar sin las restricciones que, según
ellos, suponen la «censura progresista».
Esta contrarrevolución
conservadora también tiene una dimensión económica significativa. A diferencia del conservadurismo tradicional
pro mercado, esta nueva derecha adopta un nacionalismo económico que no teme utilizar
el poder estatal para alcanzar sus objetivos. Las políticas
proteccionistas, combinadas con alianzas públicas y privadas para el desarrollo
de la Inteligencia Artificial y la reindustrialización, forman parte de una
estrategia más amplia para reconstruir una base económica nacional fuerte y una
nueva elite alineada con los valores de la nueva era que pretenden inaugurar.
Un ejemplo concreto es el
proyecto para desarrollar Inteligencia Artificial denominado “Start Gate”. Este proyecto planea construir un complejo de
centros de datos gigantescos en Abilene, Texas, que impulsará el auge de la
inteligencia artificial sobrehumana. Hasta ahora, los inversores han
comprometido 500.000 millones de dólares en los próximos cuatro años, aunque
esa cifra podría subir o bajar a medida que el dinero real llegue a la mesa.
El proyecto en cuestión
tiene características transhumanas y la intención de establecer un sofisticado
dispositivo de cibercontrol sobre la sociedad. Así pues, Larry Ellison, el
creador de Oracle, y uno de los magnates que participa de Start Gate, en el otoño pasado, dijo a los analistas
financieros de Oracle, que su tecnología podría mejorar el mundo mediante la
vigilancia masiva y la modificación del comportamiento. “Los ciudadanos se comportarán de la mejor manera posible, porque
estamos constantemente registrando e informando de todo lo que sucede”. Es
como tener a Dios vigilando a todo el mundo, pero con resultados más tangibles
y lucrativos[5].
En consonancia con ese tema,
otro participante del proyecto, Sam Altman señaló en su blog, que quiere
proporcionar agentes avanzados de IA para una vigilancia personalizada: “Nuestros hijos tendrán tutores virtuales
que podrán brindarles instrucción personalizada en cualquier materia, en
cualquier idioma y al ritmo que necesiten. Podremos imaginar ideas similares
para una mejor atención médica, la capacidad de crear cualquier tipo de
software que alguien pueda imaginar y mucho más”[6];
básicamente, un ángel guardián presentado por Microsoft y OpenAI.
Si bien el lanzamiento de la aplicación china Deepseek el 20 de enero puso en jaque esa narrativa justo en el momento en que acababa de consolidarse es previsible una pronta reacción estadounidense, pues no dejarán de lado su intento de iniciar una nueva “era dorada”. Lo que también queda claro es el interrogante profundo sobre la relación entre poder, innovación y acceso a la tecnología.
4.- Conclusión:
La
nueva administración Trump, se presenta con luces y sombras en el plano
geopolítico e ideológico. No parecen existir dudas en cuanto a que la
competencia con China se presenta como el eje articulador de toda la política
exterior estadounidense.
En este contexto de
competencia entre potencias cobra importancia la denominada “geopolítica de los
accesos” referida al control (directo e indirecto) sobre los accesos marítimos
(o fluviales) estratégicos desde el punto de vista geoeconómico (flujos de
bienes y suministros críticos) y geopolítico (ventajas militares frente a
diversas hipótesis de conflicto). De allí las pretensiones explicitadas por
Trump respecto al canal de Panamá y Groenlandia.
Una de las hipótesis en
relación con la configuración del poder global bajo el segundo mandato de Trump
refiere a una negociación con Rusia y China por zonas de influencia regionales
(pan regiones), en la que Washington tendría un renovado interés por controlar
su área contigua (“América para los americanos”, según la Doctrina Monroe)
alivianando y relajando las presiones y la injerencia en otras geografías.
En el contexto de la
geopolítica de los accesos, es esperable que la administración Trump ejerza influencia
sobre la región más austral del hemisferio, donde se encuentran accesos con un renovado
valor estratégico, como el estrecho de Magallanes y enclaves próximos a la
Antártida como son Ushuaia y Punta Arena.
Asimismo, la presidencia de Trump buscará el fin
definitivo del orden internacional liberal y el inicio de una era de
competencia geopolítica más explícita y descarnada, acompañada de una profunda
transformación ideológica en Occidente hacia tendencias conservadoras y
nacionalistas.
La capacidad de adaptación a
esta nueva realidad determinará en gran medida el éxito o fracaso de las naciones
en los próximos años, mientras que la influencia de esta transformación
ideológica se sentirá especialmente en Europa y en otros países que pertenecen
al hemisferio occidental, donde movimientos similares buscan emular el modelo
Trump-Orbán. Todos ellos comparten una visión común: el rechazo al
multiculturalismo, la oposición a la inmigración masiva, la defensa de valores
tradicionales y una crítica feroz al «globalismo progresista».
Por último, es inquietante desde una perspectiva civilizacional, el anuncio con tanto énfasis del inicio de una era dorada para EE.UU basada en el desarrollo de la inteligencia artificial que supere definitivamente a China China pese al golpe recibido con el lanzamiento de la aplicación Deepseek.
Esta transformación liderada por empresarios como Elon Musk, Larry Ellison, Jeff Bezos, Sam Altman, simbolizan por un lado, la convergencia entre el poder tecnológico y el conservadurismo cultural y por el otro, pretenden conformar un nuevo establishment con inocultables connotaciones transhumanistas. Debemos considerar que estos magnates tecnológicos, han adquirido un poder exorbitante sobre todos, incluidos los capitalistas tradicionales y que pretenden instaurarse como la nueva elite dirigencial del futuro[7].
[1] Esteban Actis, Revista Nueva Sociedad, enero
de 2025.
[2]
Chuan Chen, El compromiso de China en
Groenlandia: beneficios económicos mutuos y no interferencia política, consulta
en línea en:https://polarresearch.net/index.php/polar/article/view/7706/14453
[3]
La creciente
influencia de China sobre los puertos mundiales causa preocupación en
Washington, consulta en línea en: https://www.nytimes.com/es/2025/01/03/espanol/estados-unidos/china-puertos-canal-panama-eeuu.html
[4]
El jeque, el
magnate y el diplomático: el trío que selló la tregua de Gaza, consulta en
línea en: https://www.nytimes.com/es/2025/01/19/espanol/mundo/gaza-tregua-negociaciones.html
[5]
Larry Ellison predice el auge del
estado de vigilancia moderno donde "los ciudadanos se comportarán de la
mejor manera", consulta en línea en: https://fortune.com/2024/09/17/oracle-larry-ellison-surveillance-state-police-ai/
[6]
Sam Altman, La era de la inteligencia, consulta en línea en: https://ia.samaltman.com/
[7] Yanis Varoufakis, “Cloudalistas:
nuestra nueva clase dirigente basada en la nube – Artículo de opinión de
Project Syndicate”, consulta en línea en: https://www.yanisvaroufakis.eu/2022/04/12/cloudalists-our-new-cloud-based-ruling-class-project-syndicate-op-ed/