Consecuentemente, el trabajo tiene una indudable dimensión subjetiva que está constituida por el hombre que trabaja. Dicha dimensión le confiere
al trabajo su peculiar dignidad, que impide considerarlo como una simple
mercancía o un elemento impersonal de la organización productiva. El
trabajo, independientemente de su mayor o menor valor objetivo, es expresión
esencial de la persona.
Cualquier forma de materialismo y
de economicismo que intente reducir el trabajador a un mero instrumento de
producción, a simple fuerza de trabajo, a mero recurso humano, acabaría por
desnaturalizar irremediablemente la esencia del trabajo, privándolo de su
finalidad más noble y profundamente humana.
El hombre, trabajando con empeño
y competencia, actualiza sus capacidades naturales, honra los dones de la
creación y desarrolla los talentos recibidos. Mediante el trabajo, la persona procura su sustento y el de su familia y sirve
a la comunidad humana. El valor primordial del trabajo pertenece al hombre
mismo, que es su autor y su destinatario. El trabajo es para el hombre y no el
hombre para el trabajo.
Por eso, es que se puede hablar de un
humanismo del trabajo en tanto construye la existencia profunda del hombre y lo
liga solidariamente a una sociedad donde los frutos de dicho esfuerzo permiten
consolidar junto a los del resto de sus compatriotas, los bienes de la Nación.
Asimismo, el trabajo constituye la mejor
forma de integrarse en la comunidad política. Y esa es la razón por la cual, el
trabajo es un derecho y es un deber, no solo porque es justo que cada uno
produzca por lo menos lo que consume, sino porque trabajar dignifica a la
persona del trabajador y es la actividad que le permite contribuir al bien
común de la patria.
El trabajo no es una mera tarea
de producción, sino que constituye un valor social. Cuando se enuncia que el
trabajo dignifica, eso significa que las personas que trabajan encuentren lazos
de pertenencia con una condición “positiva” de enorme contenido simbólico porque
es el motor para la realización moral de las personas, de las familias y de la
Nación.
Considerando el futuro de nuestra
nación como un proyecto a realizarse en forma colectiva, el trabajo debe ser el
principal organizador social y la falta
de trabajo debe considerarse como un factor de desorganización social.
Asimismo, subsidiar la falta de trabajo en forma permanente va en contra de la
dignidad de la persona y es abiertamente contrario al bien común y a los
intereses más sagrados de nuestra Nación.
Estamos llamados al trabajo desde
nuestra creación. Como sociedad no debemos buscar que el progreso tecnológico
reemplace el trabajo humano. De consentir esta situación, la humanidad se
dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida
en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización
personal.
El papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, señala que el gran tema es el trabajo. Que es realmente imperativo asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Por ello insiste en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo.
Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque «no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo». En una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo.
Para finalizar, en nuestro país y
en nuestro continente en los que está todo por hacer, el pleno empleo es un
imperativo moral y un instrumento ineludible para ocupar nuestro espacio y desarrollar
nuestros recursos de manera de poder realizar nuestro destino nacional. ¡Feliz
día del trabajador!
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