https://www.clarin.com/opinion/exigencia-etica-poder-servicio-bien-comun_0_vZT4LmtyJm.html
En épocas de crisis como la que estamos viviendo, el malestar social suele generar una gran desilusión con respecto a “la política” que se traduce en una profunda apatía y falta de compromiso por el bien común. Eso porque se confunde esta noble actividad con una simple lucha por el poder o por el triunfo de simples ambiciones personales o sectoriales. Cuando esto sucede la política se vacía de contenido y la sociedad se debilita.
Sin embargo, como enseña el
Papa Francisco, la política, en su dimensión más profunda, es un vehículo
fundamental para edificar la ciudadanía y una actividad esencial para el
desarrollo humano. El problema o la confusión se presentan cuando quienes la
ejercen la desvían de su cauce original, y, en ese caso, puede convertirse en
un instrumento de opresión, marginación e incluso de corrupción.
Por eso, la reflexión ética
sobre el ejercicio del poder, promovida por el Papa Francisco, es tan
importante en estos momentos, porque nos ofrece una serie de criterios y
orientaciones para discernir entre el servicio auténtico y la mera ambición
personal.
En efecto, la función y la responsabilidad
política, cuando se llevan a cabo en el respeto fundamental de la vida, la
libertad y la dignidad de las personas, se convierte en una forma
eminente de la caridad, la más
importante de las virtudes.
La política sí entendida, se
realiza a través de un programa cívico basado en las virtudes humanas que son
la base de la buena acción: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la
sinceridad, la honestidad y la fidelidad. Un programa con el cual todos pueden
ponerse de acuerdo y favorecer la concordia y la unidad nacional.
Mediadores que se
"desgastan" contra Intermediarios que lucran
Para Francisco, el corazón
del planteo ético reside en la distinción entre el político como mediador
y el político como intermediario. El entonces cardenal Bergoglio ya
destacaba la dimensión heroica y hasta martirial de la política para
conquistar el bien común. Dimensión siempre necesaria y mucho más en momentos
de crisis.
- El Mediador:
Es aquel que escucha la voz de su pueblo y lleva adelante las cosas para
el bien común. En ese mediar, "se desgasta, muere; el mediador
siempre pierde, pierde él en favor del pueblo". Su trabajo se
cimienta en el testimonio y el sacrificio personal9.
- El Intermediario:
Por el contrario, es quien ha perdido sus nobles ideales y solo busca su
beneficio. Es aquel que, frente a un conflicto, saca provecho y "gana
en función de los conflictos". Se reduce a ser el "minorista"
que compra a cuatro y vende a seis; un negociador que no está dispuesto a
sacrificar su vida por el trabajo.
En esta dicotomía radica la
nobleza de la política. Es un llamado a que el político entienda el poder como
un don y un servicio, y no como algo que mereció recibir, pues de lo
contrario, comienza la desviación hacia el "provecho propio".
La Unidad y la Realidad como
Faros
Frente a un clima de época
repleto de desconfianza, la política debe ser un campo abierto, nutrido por un diálogo
leal y la convicción de que cada persona es necesaria para la construcción
del bien común, objetivo fundamental de la política.
Esta confianza nace de una relación
personal con la gente, "en un cuerpo a cuerpo," que no debe
confundirse con el populismo, sino con una popularidad cimentada en la rectitud
moral y ética.
Una política que apunta a
proteger intereses de ciertos individuos privilegiados solo pone en peligro el
futuro. La buena política, en cambio, se traduce en un estímulo para los
talentos y las vocaciones de los jóvenes, pues ofrece un horizonte de esperanza.
En tiempos de turbulencias,
es crucial volver a los grandes criterios que señaló reiteradas veces el Papa
Francisco y que deben inspirar el trabajo político, buscando siempre la preservación
de la unidad y la concordia:
- La unidad es superior al conflicto.
- El todo es superior a la parte.
- El tiempo es superior al espacio
- La
realidad es más importante que la idea
Los proyectos políticos más
auténticos son aquello que privilegian la unidad sobre el conflicto,
entendiendo que el enemigo divide para reinar, y que lo que está en juego es un
proyecto de nación y no el de un grupo o sector particular. Solo así
podremos renovar la política, llevándola a la altura del sacrificio y del servicio
heroico que nuestra sociedad reclama en estos momentos.
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