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domingo, 30 de noviembre de 2025

El diálogo como imperativo para superar la crisis argentina.

 El bien común ampliado responde al axioma de que “el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas."


por Juan Bautista González Saborido


Nos encontramos ante una profunda y multidimensional crisis política, económica y social que atraviesa nuestro país. A este escenario complejo hay que sumarle los singulares desafíos que enfrentamos frente a la vertiginosa innovación tecnológica (inteligencia artificial, biotecnología, nanotecnología, etc.) y los cambios que ello genera en el mundo de la producción, del trabajo y de la cultura.

Frente a esta realidad, es imperativo generar las coincidencias básicas para alcanzar grandes acuerdos nacionales que permitan afrontar dichos desafíos, acordar los objetivos estratégicos y trabajar mancomunadamente para generar un crecimiento y desarrollo sostenido. Para lograr estos acuerdos, el único camino transitable es el diálogo social y la cooperación entre todos los actores de la vida nacional.

Sin embargo, no podemos ser ingenuos: el diálogo implica resolver intereses en pugna y ello hace inevitable transitar el conflicto. Como nos enseña el Papa Francisco, el conflicto no puede ser ignorado o disimulado, sino que debe ser asumido. Sin embargo, asumirlo no implica quedar atrapados en él; por el contrario, la perspectiva del diálogo exige resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso.

Para que el diálogo social funcione y se desarrolle una comunión en las diferencias, es necesario invocar y asumir el principio indispensable para construir la amistad social: “la unidad es superior al conflicto”. Este no es una mera declaración, sino un llamado a la acción que exige un compromiso ético profundo. La solidaridad se convierte así en el modo de hacer la historia, donde los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida.

El magisterio de Francisco nos recuerda que el bien común ampliado responde al axioma de que “el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas”. Por eso, para que el diálogo prospere, siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos.

El modelo del diálogo social que propone Francisco no es la esfera, que busca una falsa homogeneidad. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades y las conserva en su originalidad. La acción política debe procurar recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno, incluyendo a los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades.

Así, el diálogo social será una expresión relevante en la construcción de una Nación digna a la que aspiramos todos. Cuando el diálogo se realiza para construir un destino común, se visualizan con mayor intensidad los contornos de la patria concebida como morada, como pertenencia y como destino común.

Pese a las polarizaciones y a la crisis que incrementa los intereses en pugna, es necesario ver y trabajar para concretar esta oportunidad histórica. Los trabajadores organizados, las cámaras empresariales, los centros académicos, los movimientos sociales, la Iglesia y otras instituciones podrán participar de un mismo espacio de acuerdo.

La construcción de una comunidad de destino es –parafraseando a Leopoldo Marechal– “transformar una masa numeral, en un pueblo esencial”, un pueblo unido que se asume como protagonista de la historia en busca de la justicia social y del bien común. Es la posibilidad de fortalecer y enaltecer la calidad institucional de nuestra joven democracia, cimentando una nueva etapa donde prime el amor a la patria y al bien común.

Juan Bautista González Saborido es Profesor e Investigador Universitario, USAL

miércoles, 5 de noviembre de 2025

La exigencia ética de un poder al servicio del bien común

 https://www.clarin.com/opinion/exigencia-etica-poder-servicio-bien-comun_0_vZT4LmtyJm.html


En épocas de crisis como la que estamos viviendo, el malestar social suele generar una gran desilusión con respecto a “la política” que se traduce en una profunda apatía y falta de compromiso por el bien común. Eso porque se confunde esta noble actividad con una simple lucha por el poder o por el triunfo de simples ambiciones personales o sectoriales. Cuando esto sucede la política se vacía de contenido y la sociedad se debilita.

Sin embargo, como enseña el Papa Francisco, la política, en su dimensión más profunda, es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y una actividad esencial para el desarrollo humano. El problema o la confusión se presentan cuando quienes la ejercen la desvían de su cauce original, y, en ese caso, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de corrupción.

Por eso, la reflexión ética sobre el ejercicio del poder, promovida por el Papa Francisco, es tan importante en estos momentos, porque nos ofrece una serie de criterios y orientaciones para discernir entre el servicio auténtico y la mera ambición personal.

En efecto, la función y la responsabilidad política, cuando se llevan a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, se convierte en una forma eminente de la caridad, la más importante de las virtudes.

La política sí entendida, se realiza a través de un programa cívico basado en las virtudes humanas que son la base de la buena acción: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad y la fidelidad. Un programa con el cual todos pueden ponerse de acuerdo y favorecer la concordia y la unidad nacional.

Mediadores que se "desgastan" contra Intermediarios que lucran

Para Francisco, el corazón del planteo ético reside en la distinción entre el político como mediador y el político como intermediario. El entonces cardenal Bergoglio ya destacaba la dimensión heroica y hasta martirial de la política para conquistar el bien común. Dimensión siempre necesaria y mucho más en momentos de crisis.

  • El Mediador: Es aquel que escucha la voz de su pueblo y lleva adelante las cosas para el bien común. En ese mediar, "se desgasta, muere; el mediador siempre pierde, pierde él en favor del pueblo". Su trabajo se cimienta en el testimonio y el sacrificio personal9.
  • El Intermediario: Por el contrario, es quien ha perdido sus nobles ideales y solo busca su beneficio. Es aquel que, frente a un conflicto, saca provecho y "gana en función de los conflictos". Se reduce a ser el "minorista" que compra a cuatro y vende a seis; un negociador que no está dispuesto a sacrificar su vida por el trabajo.

En esta dicotomía radica la nobleza de la política. Es un llamado a que el político entienda el poder como un don y un servicio, y no como algo que mereció recibir, pues de lo contrario, comienza la desviación hacia el "provecho propio".

La Unidad y la Realidad como Faros

Frente a un clima de época repleto de desconfianza, la política debe ser un campo abierto, nutrido por un diálogo leal y la convicción de que cada persona es necesaria para la construcción del bien común, objetivo fundamental de la política.

Esta confianza nace de una relación personal con la gente, "en un cuerpo a cuerpo," que no debe confundirse con el populismo, sino con una popularidad cimentada en la rectitud moral y ética.

Una política que apunta a proteger intereses de ciertos individuos privilegiados solo pone en peligro el futuro. La buena política, en cambio, se traduce en un estímulo para los talentos y las vocaciones de los jóvenes, pues ofrece un horizonte de esperanza.

En tiempos de turbulencias, es crucial volver a los grandes criterios que señaló reiteradas veces el Papa Francisco y que deben inspirar el trabajo político, buscando siempre la preservación de la unidad y la concordia:

  • La unidad es superior al conflicto.
  • El todo es superior a la parte.
  • El tiempo es superior al espacio
  • La realidad es más importante que la idea

Los proyectos políticos más auténticos son aquello que privilegian la unidad sobre el conflicto, entendiendo que el enemigo divide para reinar, y que lo que está en juego es un proyecto de nación y no el de un grupo o sector particular. Solo así podremos renovar la política, llevándola a la altura del sacrificio y del servicio heroico que nuestra sociedad reclama en estos momentos.