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martes, 19 de noviembre de 2013

LA COMUNIDAD ORGANIZADA Y LA SEGURIDAD SOCIAL




1. La Comunidad Organizada:

Dentro del ideario político del peronismo, el concepto, o mejor dicho, la concepción de “Comunidad Organizada” es la principal. Sobre esta concepción, se construye el  modelo social, político y cultural al que aspira el peronismo como movimiento político.

La comunidad organizada se construye en forma ascendente. Es decir, es el pueblo mismo el que debe organizarse por voluntad propia para cumplir su misión común. En esa tarea sustancial, el gobierno es el instrumento administrativo, jurídico y político que debe fortalecer, a través de su acción, a las organizaciones libres que surgen desde el pueblo en el marco de un Estado descentralizado. Si el pueblo se organiza, adquiere poder y se transforma en el actor privilegiado del cambio histórico. 

El fundamento de esta concepción, se asienta sobre la dignidad eminente que tiene la persona humana como miembro de ese “nosotros” o ente colectivo, que es la comunidad organizada.

El mismo Perón en el discurso de apertura del Congreso Internacional de Filosofía de 1949 en Mendoza dijo: “Aristóteles nos dice: El hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el organismo superindividual del Estado; la ética culmina en la política.”.[1]

La concepción tanto de la persona humana, como de su dignidad, son tomados por Juan Domingo Perón, de la tradición jurídica y política grecolatina sintetizada en el ideal romano de la “humanitas”.

La “humanitas” para la concepción romana “… significa por una parte, el sentido de la dignidad de la personalidad propia, peculiarísima y que se debe cultivar y desarrollar hasta el máximo. Por otra, significa el reconocimiento de la personalidad de los demás y de su derecho a cultivarla, y este reconocimiento implica transigencia, dominio de sí, simpatía y consideración.”[2].

Esta elevada concepción de la jerarquía de la persona humana heredada de griegos y romanos, a su vez fue enriquecida por el aporte del cristianismo. La importancia que para el cristianismo reviste la persona humana, últimamente,  fue plasmada en la enseñanza social de la Iglesia: “El principio fundamental de esta concepción consiste en que cada uno de los seres humanos es y debe ser el fundamento, el fin y el sujeto de todas las instituciones en las que se expresa y actúa la vida social: cada uno de los seres humanos visto en lo que es y en lo que debe ser según su naturaleza intrínsecamente social y en el plan providencial de su elevación al orden sobre natural.”[3] 

 En consecuencia, sobre la dignidad de la persona humana, y su naturaleza eminentemente social, es decir la persona como perteneciente a un “todo” de manera esencial, es que se edifica la comunidad organizada. Su objetivo, es que cada persona se realice de manera integral y plena como miembro activo de una comunidad que también se realiza y plenifica, con el aporte de cada uno de sus miembros. Ese esfuerzo común y mancomunado de todos, realiza el destino de la comunidad organizada. En tanto esta se realiza y plenifica, ello produce la realización y plenificación de cada uno de sus integrantes.

La construcción de la “comunidad organizada” implica el restablecimiento del sentido de la vida en común (el paso del yo al nosotros) y de las verdades últimas de un hombre vertical en un mundo en el que dominan el desarrollo científico-tecnológico, el individualismo y el consumismo exacerbado, aunque este último paradójicamente, sólo para unos pocos.

El mismo Perón dice: “Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese “nosotros” se realice y perfecciones por el yo.”[4] .

Una cuestión importante a destacar, es que esta comunidad organizada a la que aspiramos, está situada en un tiempo y en un espacio determinado. Al agregarse estas dos dimensiones, la comunidad organizada se transforma en la patria concebida como morada, como pertenecía, como devenir y destino colectivo. Devenir y destino colectivo cuyo desarrollo es función principal del estado, el cual se concibe como conciencia histórica y política de la patria.

La persona como miembro de una comunidad queda ligada a un paisaje, a un grupo humano, a un lenguaje y a una cultura histórica. La geografía que habita esta comunidad organizada, se transforma en geocultura –como para Kusch- espacio cargado de significación. Ámbito en donde se opera la relación con los otros y donde se juega el destino colectivo y que es para quienes lo habitan “el rincón más risueño de la tierra”, pues allí se sitúan las vivencias más íntimas y significativas del ser humano.[5]

La vivencia que se opera dentro de la comunidad de poseer un origen en común, una historia y un destino colectivo, brota de la coordenada temporal. De allí surge la noción de pueblo como conjunto fraternal, no gregario, construido sobre la noción cristiana de persona. El pueblo es el sujeto histórico y colectivo que realiza el destino común. Parafraseando a Marechal, la construcción de una comunidad organizada es “transformar una masa numeral, en un pueblo esencial”.[6]

Es importante volver a remarcar, que la concepción peronista de la comunidad organizada, toma sus contornos de la herencia cultural griega y romana. Esencialmente la noción de como a través de la acción política se ponen en contacto el mundo divino y el mundo humano. Noción que luego fue incorporada por el cristianismo.

En efecto, para Hesíodo, la comunidad política se funda en un acto de inspiración, es decir se traslada aquello que está en el orden divino de las Musas hacia al orden humano. El gobernante no puede entender el acto de conducción política, sino a través del principio de inspiración y no puede ordenar armoniosamente la comunidad, sino como un acto de interiorización que se traslada a la realidad política. De esa realización íntima procede el desarrollo de la comunidad humana y política tal como la entiende el griego: una comunidad como realidad nueva incorporada a la realidad cósmica. Realidad cósmica en donde interactúa lo visible y lo invisible. La comunidad política queda de esa forma inserta en una realidad mayor y sobrenatural.

Por su parte, en la religión romana interesa en primer lugar, la intervención activa del hombre en el cosmos. El hombre como creador de un espacio sacro -“templum”- en el que se ponen en contacto el mundo divino, invisible, misterioso, con el mundo  de nuestra experiencia, con la tierra, con el cosmos. El hombre posibilita ese vínculo en la medida en que realiza una acción sagrada.

Esa relación entre ambas esferas para el romano, se debe plasmar en el orden de la comunidad humana y política. Es el carácter activo del hombre a través de su acción, lo que le permite ser intermediario entre lo divino y lo humano, nexo entre ambas dimensiones. El rasgo característico de esta actividad sagrada para el romano lo da su condición de fundador, el denominado “homo conditor” según la célebre frase de Cicerón.

El carácter fundador se da principalmente en la fundación de la comunidad política, que es para el romano el verdadero ámbito donde se ponen en contacto lo divino, lo humano y lo cósmico. Ese vínculo con lo numinoso, con lo divino, para el romano debe expresarse en un orden social y político, tal como lo expresara para la inmortalidad Cicerón: “…porque en realidad no hay ninguna cosa en la cual la virtud humana se acerque más al numen de los dioses que el hecho, o de fundar ciudades nuevas o de conservar la ya fundadas.”[7].

Como puede observarse, la construcción de la comunidad organizada es una tarea de la máxima importancia y del máximo nivel, que corresponde a la alta política y que en cada época y en cada período histórico, debe enfrentar nuevos desafíos estratégicos y nuevos problemas que conspiran contra su identidad, unidad, dinamismo y cohesión interior.

Una vez aclarada la concepción de la comunidad organizada en todas sus dimensiones, sus fundamentos y antecedentes, a continuación, se expondrán los desafíos estratégicos que se presentan para la construcción y el mantenimiento de la comunidad organizada, desde la perspectiva de su necesaria cohesión social, materia propia de la seguridad social.

2. Desafíos que representa la construcción y mantenimiento de una comunidad organizada y vigorosa en la actualidad.

Partimos desde una concepción en la que la seguridad social forma parte de la estrategia de la defensa nacional. Asimismo, entendemos a la defensa nacional como una noción integral, de donde se concluye que dentro de la estrategia de defensa debe incluirse en forma inequívoca el bienestar del pueblo al cual se debe defender.

Un pueblo sin conciencia de su destino, fragmentado, con partes importantes de su población excluida socialmente y en la marginalidad, conspira contra una concepción integral de la defensa nacional, tal como el que desarrolla Perón en su discurso de inauguración de la cátedra de Defensa Nacional en la Universidad de La Plata en 1944.

Desde esta perspectiva señalada es que planteamos dos clases de desafíos a la estrategia de defensa nacional.

A.- La primera clase de desafíos son los que están relacionados con la  protección de recursos naturales, de las  materias primas, del agua y de la biodiversidad.

Con respecto a esta clase de desafíos simplemente los vamos a mencionar, en tanto y en cuanto existe una influencia aunque sea indirecta con la seguridad social. En efecto, es virtualmente imposible realizar una eficaz defensa de los recursos naturales estratégicos de la nación, sin una comunidad organizada, cohesionada, educada, integrada por miembros activos, bien formados y capacitados para hacer frente a los mismos.

Desde esta concepción, entonces, los Intereses Estratégicos de la Nación se definen en el marco de la protección y defensa del acceso, apropiación y control de los flujos de recursos energéticos en primer lugar (principalmente los recursos hidrocarburíferos)  y de recursos de subsistencia general en segundo lugar, como son el agua potable, la tierra cultivable y los minerales críticos.

En efecto, los conflictos entre las potencias en la actualidad, se definen por una creciente competencia por el acceso a las fuentes de energía, agua y otros recursos naturales de exportación, que configuran una nueva Geografía Estratégica en el siglo XXI. Adviértase al respecto, que gran parte de los conflictos existentes en los últimos años en Asia, África y la América del Sur, tienen que ver con el dominio de yacimientos de petróleo y gas, o de los flujos que ellos originan, así como también por el dominio de cuencas hidrográficas de agua potable, áreas de minerales críticos o alimentos de fuerte demanda mundial.[8]

A estos planteos, le agregamos como factor estratégico clave para la seguridad y el bienestar de la población la cuestión demográfica en América del Sur en general y en Argentina en particular.

En este contexto descripto, que indudablemente define los hipotéticos conflictos actuales y futuros, la recuperación del Estado y sus funciones indelegables en Seguridad y Bienestar general de la población son parte fundamental del interés nacional argentino.

B.- La segunda clase de desafíos son lo que surgen “ad intra” de la comunidad organizada y cuyas causas son de orden cultural, económico, social y también político.

Para mencionar los que consideramos más importantes señalamos: a) Perdida de sentido de la existencia, b) consumismo exacerbado, c) materialismo, d) egoísmo, e) pérdida de horizontes, f) exclusión social, g) fragmentación, h) disminución de la tasa de fecundidad, i) pérdida de identidad cultural. Aclaramos que si bien denominamos a esta clasificación como surgidas “ad intra” de la comunidad, esto no implica que estos males o problemas sociales no sean promocionados desde afuera.

Lo que sí es importante aclarar, es que todos estos factores conspiran contra la cohesión, la salud y el vigor de una comunidad organizada. Sin embargo, el análisis se centrará sobre la cuestión de la exclusión social, especialmente la cuestión social de la infancia.

3.- La exclusión social como problema:

Tal como fue señalado, la recuperación del Estado y sus funciones indelegables en Seguridad y Bienestar general de la población, son parte fundamental del interés nacional argentino.

La exclusión social entre otras graves consecuencias, significa que quienes se encuentran en dicha situación, deben soportar serios, y en muchos casos, insuperables obstáculos para el ejercicio de su libertad y de sus derechos, como así también implica un grave obstáculo para la formación del capital social. La exclusión social conspira en el logro de una comunidad organizada e integrada.

El término capital social hace referencia a las normas, instituciones y organizaciones que promueven la confianza, la ayuda recíproca y la cooperación. Va de suyo que en una sociedad en donde se va diluyendo la confianza, la ayuda recíproca y la cooperación, se genera fragmentación social, violencia, incertidumbre, conflictividad y anomia. Factores que si se cristalizan dificultan precisamente el desarrollo y generan una sociedad patológica.

Para medir el desarrollo de un pueblo se tienen en cuenta los siguientes parámetros: niveles de distribución del ingreso, la movilidad social, el desarrollo del capital humano y el capital social.
Por su parte, para medir el desarrollo del capital humano se ponderan los niveles de educación, capacitación, salud y experiencia de la población.

Estas variables, son muy importantes también para analizar el cumplimiento de los objetivos de la comunidad organizada.

 4.- La importancia estratégica de fortalecer el desarrollo del capital humano:

Sobre esta cuestión hay una máxima fundamental: Una sociedad sin capital humano no puede crecer, ni desarrollarse sostenidamente, ni alcanzar su bienestar. Es decir, no es posible la construcción de una comunidad realmente organizada, porque existiría una falla en la base de la misma.

Esta máxima se vuelve mucho más importante, si consideramos que nos encontramos frente a lo que se denomina la sociedad del conocimiento. El término proviene de las Ciencias Sociales y resalta la importancia que tiene el conocimiento como principio estructurador de la sociedad moderna y como forma específica de organización social, en donde la generación, procesamiento y transmisión de información y conocimiento se convierten en la fuente fundamental de la productividad y del saber.

Esto significa, que en una sociedad donde información y conocimiento se convierten en los factores productivos más importantes, se vuelve todavía más imperioso fortalecer el desarrollo del capital humano para lograr mayor inclusión social, movilidad social ascendente y distribución del ingreso. Todos factores fundamentales para la cohesión social y en consecuencia, para la defensa nacional.

Si se descuida el desarrollo del capital humano, como consecuencia del vertiginoso desarrollo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TICs) es altamente probable que en el seno de la comunidad se produzca una profunda brecha digital entre quienes tienen acceso a estas tecnologías y quienes no, dando origen a una sociedad profundamente desigual y con altos niveles de exclusión social.

Se puede observar, a su vez, que el desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación, llevan la tendencia a una des-estandarización de las relaciones laborales (es decir que las relaciones laborales se vuelven intermitentes), a un probable aumento de la productividad, pero simultáneamente un aumento del desempleo, de la fragilidad y de la fragmentación social. Estas consecuencias deben evitarse a toda costa, bajo pena de no poder concretarse los altos fines de la comunidad organizada.

En consecuencia, desde una perspectiva económica, y teniendo como meta política lograr cada vez mejores niveles de desarrollo como interés estratégico, es fundamental de cara al futuro salvaguardar el hombre en tanto integrante de una comunidad organizada. Este es el primer capital que hay que salvaguardar. Así se desprende claramente del más reciente documento del magisterio social de la Iglesia:

“La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo, por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la “razón económica”. El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del “capital social”, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil.”[9].

5.- Conclusión:

El ideal politico del peronismo pasa por la construcción de una comunidad organizada. Esta noción es un legado de la cultura política y jurídica grecorromana quienes consideraban que la actividad política era la más alta y la más noble de las actividades humanas a tal punto que los ponía en contacto con el mundo de los dioses.

Para la construcción de la comunidad organizada y su eventual defensa, es esencial que se consolide y fortalezca la política de seguridad social que es la encargada de lograr una sociedad cada vez más integrada, cohesionada que ponga en el centro el desarrollo humano, especialmente del capital social.

El desarrollo del capital social es el objetivo que logrará, en un mundo cada vez más complejo, dominado por los avances tecnológicos, que se construya una sociedad cada vez más inclusiva, en donde sea una realidad efectiva la ampliación de derechos y en donde impere definitivamente la justicia social.





[1] Teniente General Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, Secretaría Política de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 1974, Editorial Códex, pág. 25.
[2] R. H. Barrow, Los Romanos, Fondo de Cultura Económica, México, 2008, pág. 15.
[3] Juan XXIII, Mater et Magistra, n° 219.
[4] Teniente General Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, Secretaría Política de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 1974, Editorial Códex, pág. 75
[5] Graciela Maturo, Marechal, El Camino De La Belleza, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999, pág. 268 y sig.
[6] Andrés, Alfredo. Palabras con Marechal, Editorial Ceyne SRL,  Buenos Aires, 1990, pág 49.
[7] Cicerón, De re pública, libro VI, Editorial Gredos, Madrid, 2000.
[8] Koutoudjian, Adolfo. Lineamientos Estratégicos Para La Argentina, Ciclo de Conferencias: Argentina y Sus Desafíos Estratégicos, IEERI, Congreso de la Nación, Círculo de Legisladores, Buenos Aires, 2007.
[9] Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas In Veritate, punto 32, Editorial Ágape, Buenos Aires, 2009.