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miércoles, 8 de septiembre de 2021

LA POLITICA DEMOGRÁFICA EN CLAVE GEOPOLÍTICA Y SU VÍNCULO CON EL DESARROLLO.

 

Por Juan Bautista GONZALEZ SABORIDO[1]


La cuestión de la política demográfica constituye para Latinoamérica, y obviamente para nuestro país, un asunto estratégico de primer orden. Se trata de un aspecto directamente vinculado  con el desarrollo de una política poblacional y de arraigo territorial tan urgente como necesario, debido a la extensión geográfica de nuestro país, a su insuficiente población y a su pésima distribución.

En la actualidad, en la región latinoamericana, ya es posible afirmar que el cambio de estructura por edades de la población es un fenómeno que habiendo sido anunciado con prudente anticipación, se ha transformado en un dato de la realidad. Hoy en día, el envejecimiento demográfico es un proceso en marcha, con variaciones subregionales y entre países, pero bien establecido y que afecta directamente a nuestro país.

La caída de la fecundidad en la región, obedece a múltiples causas y no es objeto del presente trabajo analizarlas. Pero si lo es, establecer la correspondencia entre esta caída y la presión ejercida por las naciones centrales para que descienda la tasa de natalidad en los países periféricos o subdesarrollados.

Un ejemplo elocuente lo constituye el “Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200: Implicaciones del Crecimiento de la Población Mundial para la Seguridad de EE.UU. e intereses de ultramar” (National Security Study Memorandum 200: Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas Interests,  en adelante NSSM 200)[2].

La tesis básica de la exposición del MSSM 200 es que el crecimiento de la población en los países menos desarrollados (PMD) representaba una preocupación de seguridad nacional de EE.UU., ya que incrementaría el riesgo de disturbios civiles e inestabilidad política en los países que tenían un alto potencial para el desarrollo económico y que además son poseedores de recursos naturales que EE.UU necesita.

Para evitar el crecimiento demográfico en los países menos desarrollados, el NSSM 200 propone que se subsidien políticas de control de la natalidad y plantea, que el éxito de dicha estrategia política depende de la fuerza del mercado para imponer estilos de vida hedonistas, donde la búsqueda de confort y el consumismo exacerbado puedan imponer modos de vida que favorezcan las campañas de control de la natalidad.

Relacionada con esta cuestión, el Papa Francisco, recientemente, ha planteado que este mundo globalizado y masificado hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Se trata de un globalismo que favorece la identidad de los más fuertes pero que licua las identidades de las regiones más débiles, haciéndolas más vulnerables y dependientes, volviendo a la política cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el “divide y reinarás”.[3]

Este contexto de presión de naciones fuertes sobre las más débiles para imponer políticas de control demográfico -que incluyan la legalización del aborto y la esterilización-  tienen como matriz ideológica al neomaltusianismo. La idea central de esta tesis es que: “El origen de todos los males se encuentra en el exceso de población, especialmente de los países subdesarrollados”.  Esta tesis tiene la gran “virtud” de ocultar las causas reales de la pobreza y el hambre. Ergo, las clases dirigentes quedan libres de culpa respecto de la pobreza porque las causas no hay que buscarlas en el reparto de la riqueza sino en la fertilidad.

En esta matriz ideológica, converge  el accionar de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) entidad que viene promocionando el descenso de la tasa de natalidad.  Un hito en esta tarea lo constituyó la Conferencia de El Cairo en 1994 que instituyó los derechos de salud reproductiva, que han tenido un impacto importante en el discurso para la promoción del control demográfico en naciones como la nuestra que precisamente deben hacer lo contrario.

Debemos aclarar, que la cuestión demográfica está muy relacionada con la posibilidad del desarrollo, pues es la base humana de cualquier política que se diseñe con ese objetivo. Un país, donde su población disminuye y en la que los ancianos tienden a ser proporcionalmente más numerosos que los jóvenes afecta gravemente su productividad, pues se debilita la capacidad de generar riqueza de su población.

Sin embargo, el desarrollo no es sólo una cuestión económica o política, sino que es una cuestión profundamente ética y antropológica. La sustancia del desarrollo consiste en su totalidad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es verdadero desarrollo[4].

Desde esta perspectiva, es que se puede afirmar que la apertura moralmente responsable a la vida es también una riqueza social y económica. En ese orden de ideas, los graves problemas que acarrea la disminución de la tasa de natalidad, fueron elocuentemente señalados por Benedicto XVI, quién señala: “Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad (…) La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de la nación.”[5]

En ese sentido, el respeto, la protección y la acogida de la vida es una manifestación de virtud y vigor en un pueblo que manifiesta su esperanza en el futuro, su disposición a la solidaridad, al respeto de los semejantes, a la fraternidad y al  cuidado de la naturaleza.

Por lo tanto, en toda la región, pero especialmente en nuestro país, por una cuestión estratégica de ocupación del territorio y de custodia de los recursos naturales, los gobiernos deberían empeñarse en implementar políticas de desarrollo demográfico y no de control de la natalidad. Hoy como ayer, sigue vigente la frase de Alberdi “Gobernar es poblar”, pero en la actualidad hay que agregarle que gobernar también es integrar, educar, cohesionar y dar trabajo digno.   



[1] El autor es abogado, profesor universitario e investigador en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Salvador.

[2] Este Memorando es más conocido como el “Informe Kissinger” debido a que lo suscribió quién poco tiempo fue Secretario de Estado de EE.UU.

[3] Papa Francisco, Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, n° 12, consulta en línea en http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

[4] Paulo VI, “Populorum Progressio” 26 de marzo de 1967, consulta en linea de fecha 28 de febrero de 2018 en http://w2.vatican.va/content/paul-vi/es/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_26031967_populorum.html

[5] Benedicto XVI, “Caritas in Veritate” n° 44.