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viernes, 20 de agosto de 2021

La cuestión de la fraternidad y la amistad social en “Fratelli Tutti”: Un comentario a la última encíclica del papa Francisco.


La última encíclica de Francisco de octubre de 2020 trata como cuestión central  la “fraternidad” y la “amistad social” en nuestros pueblos. Describe algunos puntos salientes del escenario político y social de la actualidad, y luego intenta superar el reduccionismo de las ideologías imperantes y de mostrar la importancia de la fraternidad como estilo de vida, como método de acción social y como escuela para una nueva política.

El Pontífice nos advertía en esta encíclica, que pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer nuevamente en una fiebre consumista -peor aún que la anterior- y en nuevas formas de autopreservación egoísta, de globalización de la indiferencia y de hiperinflación del individuo. Todo un elenco de disvalores que oscurecen la construcción de un “nosotros” y que favorecen una dinámica en donde solo existen  “los otros” que son vistos con temor y desconfianza.

El Papa Francisco vislumbra que estamos en una etapa bisagra de nuestra historia, un momento que actúa como la hora de la verdad, donde se sacuden nuestras categorías y estilos de vida. Un momento en donde afrontamos una crisis ante la cual la pregunta sustancial es: si saldremos mejores, o si seguiremos inmersos en un consumismo exasperado. Un estilo de vida donde impera la cultura del descarte que no considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, sino que las considera como objetos descartables, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—.

Francisco nos recuerda que frente a este panorama, existe el peligro de refugiarnos en nuestra zona de confort, para mantener nuestro statu quo. Pero, como dice Hölderlin, “donde hay peligro, crece también lo que nos salva”. Así pues, nos incita a que veamos en esta crisis una oportunidad para soñar en grande, para comprometernos en lo pequeño, para crear algo nuevo y para aceptar el desborde de la misericordia de Dios que se derrama rompiendo las fronteras tradicionales.

Frente a la cultura del descarte y frente al virus de la indiferencia, la cultura del servicio y del cuidado, y la convocatoria a la fraternidad humana, la amistad social y la solidaridad, son los ingredientes fundantes para forjar un nosotros auténtico que nos contenga a todos. Por eso, nos exhorta a que la fraternidad y la amistad social se abran paso, sin prisa, pero sin pausa, en  los mundos de la religión, la política, la economía y la cultura. Estos son los valores que debemos diseminar. 

Pontifex, sostiene que la atmósfera cultural imperante, promueve un modelo que conlleva a una pérdida del sentido de la historia que disgrega a las sociedades y les hace perder su identidad, debilitando aún más los vínculos comunitarios. Nos advierte también, sobre la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero provocando un mayor asilamiento de las personas y una pérdida de sentido cada vez más profundo, dejando en pie –únicamente- la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismos hedonistas sin contenidos y sin sentido.

En este sentido, dice el Papa Francisco que: "los pueblos que enajenan su tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, económica y política. Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción" (FT, n° 14).

En efecto, ni las personas ni las sociedades tenemos existencia por nosotros mismos, sino que sólo podemos realizarnos en el marco de una comunidad, de un pueblo que también se realice pues cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo y, al mismo tiempo, no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro singular e insustituible de cada persona.

Sin embargo, bajo el pretexto de combatir el populismo,  existe la tentación de borrar del lenguaje la palabra pueblo: “La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo. El intento por hacer desaparecer del lenguaje esta categoría podría llevar a eliminar la misma palabra “democracia” —es decir: el “gobierno del pueblo”—. No obstante, si se quiere afirmar que la sociedad es más que la mera suma de los individuos, se necesita la palabra “pueblo”. La realidad es que hay fenómenos sociales que articulan a las mayorías, que existen megatendencias y búsquedas comunitarias. También que se puede pensar en objetivos comunes, más allá de las diferencias, para conformar un proyecto común. Finalmente, que es muy difícil proyectar algo grande a largo plazo si no se logra que eso se convierta en un sueño colectivo. Todo esto se encuentra expresado en el sustantivo “pueblo” y en el adjetivo “popular”. Si no se incluyen —junto con una sólida crítica a la demagogia— se estaría renunciando a un aspecto fundamental de la realidad social.” (FT, nº 157).

Romano Guardini, un teólogo de enorme influencia en el pensamiento del Papa, afirma que el concepto de pueblo es la expresión profunda y auténtica de lo propiamente humano. El pueblo es la esfera primigenia de lo humano, esfera poderosa y venerable en donde el hombre está verdaderamente arraigado. Y la política, es la práctica mediante la cual una comunidad se conforma en un pueblo, por ello su práctica debe tender hacia la unidad y al fortalecimiento de la identidad, y no hacia su debilitamiento, la división o el enfrentamiento. Parafraseando a Marechal podríamos decir que el objeto de la política es transformar una masa numeral en un pueblo esencial.

Siguiendo a Francisco Pestanha,  podemos definir al pueblo como el complejo dinámico de personas humanas que están entrelazadas por la proximidad de un vivir en común, donde las fuerzas a veces convergen y otras veces divergen, y cuyo particular devenir histórico constituye una cultura específica, compuesta de prácticas, significaciones y creencias. Sus integrantes poseen conciencia de ellas y a la vez son por ellas constituidos parcialmente e intentan proyectarlas hacia adelante en una unidad de destino, aun en las condiciones más desfavorables.

Sin embargo, existe una atmósfera social y cultural que conspira contra estos ideales y valores.  Como señala y enumera Rodrigo Guerra: los nacionalismos cerrados, la globalización que elude la fraternidad, la pérdida del sentido de la historia, la colonización cultural, la polarización social, la trivialización de la responsabilidad medio-ambiental, la cultura del descarte, el nacimiento de nuevas formas de pobreza, los derechos humanos insuficientemente universales, la falta de reconocimiento a la dignidad de las mujeres, las nuevas formas de esclavitud, la promoción de la lógica del conflicto y del miedo, los desafíos propios de la pos pandemia, la civilización del espectáculo, el nuevo radicalismo que se vehicula a través de redes sociales, la manipulación de los procesos democráticos, el fanatismo religioso y la falta de esperanza fundada, son algunos de los fenómenos que se describen en la encíclica y que operan como el telón de fondo para repensar cómo debemos imaginar una refundación radical de nuestras formas de convivencia y de nuestros proyectos sociales.

En definitiva, lo que Francisco plantea, es que nuestras sociedades, nuestros pueblos, no requieren un mero ajuste secundario de algunas cuantas cuestiones que precisan afinarse para su cabal funcionamiento. Mucho menos necesitan una mejora meramente cosmética, superficial, de cara a la cultura de las “apariencias”.

Al contrario, el Papa nos recuerda con particular intensidad  que cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma y fomenta la división y el enfrentamiento en su seno, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad.

No sólo porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz y opera como una gangrena que impide el logro del bien común y de la realización social y personal. 

Por eso, es que afirma con particular intensidad, que la fraternidad y la amistad social son el camino para la reconstrucción de los vínculos comunitarios que nos permitan formar parte de un verdadero pueblo de hermanos y no una precaria suma de individuos fragmentados.

Como dice el teólogo italiano Bruno Forte: “En esta noche del mundo el formularse la pregunta acerca del otro sigue siendo el único camino para abrirse a la búsqueda de la patria perdida”.                                                                                                                     

domingo, 1 de agosto de 2021

Comunicado de la Pastoral Nacional de Adicciones

Comunicado de la Pastoral Nacional de Adicciones 

Salud Mental para el Pueblo


Esta última semana hemos conocido la profunda y prolongada situación de dolor y sufrimiento personal -provocada por sus adicciones- que atravesaba un joven músico argentino.

Una vez más aparece en primer plano una realidad que nos golpea: transitamos una auténtica pandemia de sufrimientos, entre ellos las adicciones y otros trastornos mentales severos. Sumemos el sedentarismo, base insidiosa sobre la que cabalgan infinidad de enfermedades individuales y sociales. No hay una salud física por un lado, y otra salud psicológica y espiritual por otro. Necesitamos tender hacia la armonía.

En medio del ruido mediático y político, no debemos caer en luchas de opiniones que tergiversen lo que desde esta Pastoral venimos exponiendo hace tiempo y con la voz bien alta: en toda la Patria, pero especialmente en los barrios populares, la diseminación de la droga combinada con la disociación comunitaria que se instala con la cultura del descarte, se produce una crisis psico-sociológica y del sentido de la vida, que se expande y se agrava con consecuencias epidemiológicas de escala.

Al ataque a la Fe de los Pueblos, se ha sumado una desatención de los cuerpos, como si la realidad humana pudiera reducirse a un “sujeto abstracto”, una especie de epifenómeno*, mezcla de ideas de época, deseos individuales y virtualidad. Los jóvenes en nuestros barrios necesitan un orden cotidiano que les proponga jugar, comer, dormir, trabajar, tener un destino compartido, como parte sustancial de su naturaleza humana.

Opciones forzadas entre “ley de salud mental Sí o ley de salud mental No” tampoco alumbran el camino hacia soluciones efectivas. La evidencia histórica nos enseña: el encierro no sana per se. El saber psiquiátrico es necesario pero no autosuficiente. Sin embargo, debemos decir con claridad que, frente al problema actual, la actitud debe ser reconciliar este pensamiento con planes de acción más concretos, en virtud de no re-crear vacíos y tramas débiles que se conviertan en nuevas trampas para los más desprotegidos. Abrir las puertas de un encierro sin estrategia sólida para la salida, significa literalmente arrojar a la persona sufriente hacia la nada misma. Toda vez que una ley se propone el ideal de implementar acciones de inclusión social, laboral y de atención en salud mental comunitaria sin concretarlos, sin asegurarlos, sin garantizarlos, lo que ocurre es doblemente nocivo. Se “normaliza” la ausencia de soluciones simultáneamente con una proclamación altisonante de derechos.

Una ley no cambia mágicamente la realidad. Como hermanos, nuestra primera tarea es abrazar la persona humana, recibir la vida como viene. La segunda tarea es acompañar comunidades organizadas donde se incardinen procesos de cuidado integral de la salud. Ninguna de estas realidades admiten sucedáneos ni relativismos. Como nos dice el Papa Francisco, asistimos a una “…mala comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos. Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales —estoy tentado de decir individualistas—, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, casi como una ‘mónada’.”**

Los tratamientos de salud mental deben ser realizados preferentemente en el ámbito de la comunidad. Pero primero debe existir una comunidad dispuesta a hacerse cargo del otro sufriente. Es la actitud del buen samaritano. Somos conscientes de ser llamados a un destino común, diferente del individualismo materialista que se propone como meta en muchos de los proyectos políticos en pugna. Nosotros abrazamos cuerpo, mente y alma. Nuestra propuesta de las “3 C”, Club, Colegio y Capilla, es la respuesta esencial de abordaje simple, práctico, popular, cristiano y humanista de esa integralidad faltante en los barrios de la Argentina. Y vemos que se puede replicar en todo el territorio federal, para ser acogido por todos como modo de reconstrucción de una Nación que sufre.

La Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657, sancionada en 2010, estableció taxativamente que el Estado debe destinar el 10% del presupuesto sanitario a ese ámbito de acción. Esto está lejos de cumplirse. Los hechos que nos aquejan, por resonantes y dolorosos que se presenten, no deben sorprendernos, cuando no ponemos manos a la obra en las responsabilidades propias. Frente a este escenario, los ideales de “interdisciplina e intersectorialidad” no se cumplen.

La salida del COVID es tiempo de oportunidad para un diálogo más sincero sobre nuestro sistema de salud y los límites que lo definen. Puede ser momento de reconocer los aportes de las organizaciones de la comunidad —clubes, parroquias, cooperativas— como nuevos actores, sustanciales y no marginales, donde encarnar procesos de salud desde un planteo de redes. Después de todo, las personas y las familias no tienen al Estado como ámbito más natural de desarrollo. Un Estado adecuadamente descentralizado es contenido por la comunidad en una democracia que se guía fielmente por los anhelos de un Pueblo.

Pensar y ejecutar un sistema de salud integral atento a la real escala epidemiológica de las enfermedades mentales, las adicciones y el sedentarismo, nos exige estar a la altura de los tiempos, comprendiendo, por ejemplo, que más de una decena de millones de niños y jóvenes, demandan ser re-afiliados y religados a un sistema deportivo y formativo cotidiano con urgencia. Cada día de abandono de un niño a la nada, erige una nueva violencia. Caso contrario, la discusión por la salud quedará entrampada en términos meramente economicistas, acerca de quién administra los recursos para curar enfermedades, demasiado tarde.

Es hora de superar el concepto “manicomio” edificando las realidades alternativas como las comunidades terapéuticas que realizan su labor con miramiento por los derechos humanos y con suficiente método científico. Las familias las necesitan.  En todo caso deben ser apoyadas, financiadas y guiadas por el sistema sanitario. La ideología y las modas no son ayudas en este tránsito. Las relaciones fluidas entre Club, Colegio y Capilla, y las redes de atención primaria de la salud aparecen como una fusión de horizontes posiblemente estratégica. Nuestras urgencias afectan a mayorías y estas no entran en las guardias de los hospitales. Las claves están en un Estado que invierta, desarrollando masivamente servicios adecuados, dialogando con los sectores y, sobre todo, reconociendo las instituciones vitales de nuestros barrios.

30 de Julio 2021

Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia

Conferencia Episcopal Argentina

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*En Psicología, epifenómemo es un fenómeno accesorio que acompaña al fenómeno principal y que no tiene influencia sobre él. 

** “Es necesario prestar atención para no caer en algunos errores que pueden nacer de una mala comprensión de los derechos humanos y de un paradójico mal uso de los mismos. Existe hoy, en efecto, la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales – estoy tentado de decir individualistas –, que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, casi como una «mónada» (μονάς), cada vez más insensible a las otras «mónadas» de su alrededor.” (Fragmento del discurso del Papa Francisco al Parlamento Europeo el 25 de noviembre del 2014, citado en el punto 111, de su encíclica Fratelli Tutti del 3 de octubre del 2020.)