1. La Comunidad
Organizada:
Dentro
del ideario político del peronismo, el concepto, o mejor dicho, la concepción
de “Comunidad Organizada” es la principal. Sobre esta concepción, se construye
el modelo social, político y cultural al que aspira el peronismo como
movimiento político.
La comunidad organizada se construye en
forma ascendente. Es decir, es el pueblo mismo el que debe organizarse por
voluntad propia para cumplir su misión común. En esa tarea sustancial, el
gobierno es el instrumento administrativo, jurídico y político que debe
fortalecer, a través de su acción, a las organizaciones libres que surgen desde
el pueblo en el marco de un Estado descentralizado. Si el pueblo se organiza,
adquiere poder y se transforma en el actor privilegiado del cambio histórico.
El fundamento de esta concepción, se
asienta sobre la dignidad eminente que tiene la persona humana como miembro de
ese “nosotros” o ente colectivo, que es la comunidad organizada.
El
mismo Perón en el discurso de apertura del Congreso Internacional de Filosofía
de 1949 en Mendoza dijo: “Aristóteles nos dice: El hombre es un ser ordenado para
la convivencia social; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la
vida individual humana, sino en el organismo superindividual del Estado; la
ética culmina en la política.”.[1]
La
concepción tanto de la persona humana, como de su dignidad, son tomados por
Juan Domingo Perón, de la tradición jurídica y política grecolatina sintetizada
en el ideal romano de la “humanitas”.
La “humanitas” para la concepción romana “… significa por una parte, el
sentido de la dignidad de la personalidad propia, peculiarísima y que se debe
cultivar y desarrollar hasta el máximo. Por otra, significa el reconocimiento
de la personalidad de los demás y de su derecho a cultivarla, y este
reconocimiento implica transigencia, dominio de sí, simpatía y consideración.”[2].
Esta
elevada concepción de la jerarquía de la persona humana heredada de griegos y
romanos, a su vez fue enriquecida por el aporte del cristianismo. La
importancia que para el cristianismo reviste la persona humana, últimamente,
fue plasmada en la enseñanza social de la Iglesia: “El principio fundamental de esta
concepción consiste en que cada uno de los seres humanos es y debe ser el
fundamento, el fin y el sujeto de todas las instituciones en las que se expresa
y actúa la vida social: cada uno de los seres humanos visto en lo que es y en
lo que debe ser según su naturaleza intrínsecamente social y en el plan
providencial de su elevación al orden sobre natural.”[3]
En consecuencia, sobre la dignidad de la
persona humana, y su naturaleza eminentemente social, es decir la persona como
perteneciente a un “todo” de manera esencial, es que se edifica la comunidad
organizada. Su objetivo, es que cada persona se realice de manera integral y
plena como miembro activo de una comunidad que también se realiza y plenifica,
con el aporte de cada uno de sus miembros. Ese esfuerzo común y mancomunado de
todos, realiza el destino de la comunidad organizada. En tanto esta se realiza
y plenifica, ello produce la realización y plenificación de cada uno de sus
integrantes.
La construcción de la “comunidad
organizada” implica el restablecimiento del sentido de la vida en común (el
paso del yo al nosotros) y de las verdades últimas de un hombre vertical en un
mundo en el que dominan el desarrollo científico-tecnológico, el individualismo
y el consumismo exacerbado, aunque este último paradójicamente, sólo para unos
pocos.
El
mismo Perón dice: “Lo que
nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es,
cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de
realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese “nosotros”
se realice y perfecciones por el yo.”[4] .
Una
cuestión importante a destacar, es que esta comunidad organizada a la que
aspiramos, está situada en un tiempo y en un espacio determinado. Al agregarse
estas dos dimensiones, la comunidad organizada se transforma en la patria
concebida como morada, como pertenecía, como devenir y destino colectivo.
Devenir y destino colectivo cuyo desarrollo es función principal del estado, el
cual se concibe como conciencia histórica y política de la patria.
La
persona como miembro de una comunidad queda ligada a un paisaje, a un grupo
humano, a un lenguaje y a una cultura histórica. La geografía que habita esta
comunidad organizada, se transforma en geocultura –como para Kusch- espacio
cargado de significación. Ámbito en donde se opera la relación con los otros y
donde se juega el destino colectivo y que es para quienes lo habitan “el rincón más risueño de la
tierra”, pues allí se sitúan las vivencias más íntimas y significativas del
ser humano.[5]
La
vivencia que se opera dentro de la comunidad de poseer un origen en común, una
historia y un destino colectivo, brota de la coordenada temporal. De allí surge
la noción de pueblo como conjunto fraternal, no gregario, construido sobre la
noción cristiana de persona. El pueblo es el sujeto histórico y colectivo que
realiza el destino común. Parafraseando a Marechal, la construcción de una
comunidad organizada es “transformar
una masa numeral, en un pueblo esencial”.[6]
Es
importante volver a remarcar, que la concepción peronista de la comunidad
organizada, toma sus contornos de la herencia cultural griega y romana. Esencialmente
la noción de como a través de la acción política se ponen en contacto el mundo
divino y el mundo humano. Noción que luego fue incorporada por el cristianismo.
En
efecto, para Hesíodo, la comunidad política se funda en un acto de inspiración,
es decir se traslada aquello que está en el orden divino de las Musas hacia al
orden humano. El gobernante no puede entender el acto de conducción política,
sino a través del principio de inspiración y no puede ordenar armoniosamente la
comunidad, sino como un acto de interiorización que se traslada a la realidad
política. De esa realización íntima procede el desarrollo de la comunidad
humana y política tal como la entiende el griego: una comunidad como realidad
nueva incorporada a la realidad cósmica. Realidad cósmica en donde interactúa
lo visible y lo invisible. La comunidad política queda de esa forma inserta en
una realidad mayor y sobrenatural.
Por
su parte, en la religión romana interesa en primer lugar, la intervención
activa del hombre en el cosmos. El hombre como creador de un espacio sacro -“templum”- en el que se ponen en contacto
el mundo divino, invisible, misterioso, con el mundo de nuestra
experiencia, con la tierra, con el cosmos. El hombre posibilita ese vínculo en
la medida en que realiza una acción sagrada.
Esa
relación entre ambas esferas para el romano, se debe plasmar en el orden de la
comunidad humana y política. Es el carácter activo del hombre a través de su
acción, lo que le permite ser intermediario entre lo divino y lo humano, nexo
entre ambas dimensiones. El rasgo característico de esta actividad sagrada para
el romano lo da su condición de fundador, el denominado “homo conditor” según la célebre frase de Cicerón.
El
carácter fundador se da principalmente en la fundación de la comunidad
política, que es para el romano el verdadero ámbito donde se ponen en contacto
lo divino, lo humano y lo cósmico. Ese vínculo con lo numinoso, con lo divino,
para el romano debe expresarse en un orden social y político, tal como lo
expresara para la inmortalidad Cicerón: “…porque
en realidad no hay ninguna cosa en la cual la virtud humana se acerque más al
numen de los dioses que el hecho, o de fundar ciudades nuevas o de conservar la
ya fundadas.”[7].
Como
puede observarse, la construcción de la comunidad organizada es una tarea de la
máxima importancia y del máximo nivel, que corresponde a la alta política y que
en cada época y en cada período histórico, debe enfrentar nuevos desafíos
estratégicos y nuevos problemas que conspiran contra su identidad, unidad,
dinamismo y cohesión interior.
Una
vez aclarada la concepción de la comunidad organizada en todas sus dimensiones,
sus fundamentos y antecedentes, a continuación, se expondrán los desafíos estratégicos
que se presentan para la construcción y el mantenimiento de la comunidad
organizada, desde la perspectiva de su necesaria cohesión social, materia
propia de la seguridad social.
2.
Desafíos que representa la construcción y mantenimiento de una comunidad
organizada y vigorosa en la actualidad.
Partimos
desde una concepción en la que la seguridad social forma parte de la estrategia de la defensa nacional. Asimismo, entendemos a la defensa nacional como una noción integral, de donde
se concluye que dentro de la estrategia de defensa debe incluirse en forma
inequívoca el bienestar del pueblo al cual se debe defender.
Un pueblo sin conciencia de
su destino, fragmentado, con partes importantes de su población excluida
socialmente y en la marginalidad, conspira contra una concepción integral de la
defensa nacional, tal como el que desarrolla Perón en su discurso de
inauguración de la cátedra de Defensa Nacional en la Universidad de La Plata en
1944.
Desde
esta perspectiva señalada es que planteamos dos clases de desafíos a la estrategia de defensa nacional.
A.- La primera clase
de desafíos son los que están relacionados con la protección de recursos
naturales, de las materias primas, del agua y de la biodiversidad.
Con
respecto a esta clase de desafíos simplemente los vamos a mencionar, en tanto y
en cuanto existe una influencia aunque sea indirecta con la seguridad social.
En efecto, es virtualmente imposible realizar una eficaz defensa de los
recursos naturales estratégicos de la nación, sin una comunidad organizada,
cohesionada, educada, integrada por miembros activos, bien formados y
capacitados para hacer frente a los mismos.
Desde esta concepción, entonces, los
Intereses Estratégicos de la Nación se definen en el marco de la protección y
defensa del acceso,
apropiación y control de los flujos de recursos energéticos en primer lugar (principalmente
los recursos hidrocarburíferos) y de recursos
de subsistencia general en
segundo lugar, como son el agua potable, la tierra cultivable y los minerales
críticos.
En efecto, los conflictos entre las
potencias en la actualidad, se definen por una creciente competencia por el
acceso a las fuentes de energía, agua y otros recursos naturales de
exportación, que configuran una nueva Geografía Estratégica en el siglo XXI.
Adviértase al respecto, que gran parte de los conflictos existentes en los
últimos años en Asia, África y la América del Sur, tienen que ver con el
dominio de yacimientos de petróleo y gas, o de los flujos que ellos originan,
así como también por el dominio de cuencas hidrográficas de agua potable, áreas
de minerales críticos o alimentos de fuerte demanda mundial.[8]
A estos planteos, le agregamos como
factor estratégico clave para la seguridad y el bienestar de la población la
cuestión demográfica en América del Sur en general y en Argentina en
particular.
En
este contexto descripto, que indudablemente define los hipotéticos conflictos
actuales y futuros, la recuperación del Estado y sus funciones indelegables en
Seguridad y Bienestar general de la población son parte fundamental del interés
nacional argentino.
B.- La segunda clase
de desafíos son lo que surgen “ad
intra” de la comunidad
organizada y cuyas causas son de orden cultural, económico, social y también
político.
Para
mencionar los que consideramos más importantes señalamos: a) Perdida de sentido
de la existencia, b) consumismo exacerbado, c) materialismo, d) egoísmo, e)
pérdida de horizontes, f) exclusión social, g) fragmentación, h) disminución de
la tasa de fecundidad, i) pérdida de identidad cultural. Aclaramos que si bien
denominamos a esta clasificación como surgidas “ad intra” de la comunidad, esto no implica que
estos males o problemas sociales no sean promocionados desde afuera.
Lo
que sí es importante aclarar, es que todos estos factores conspiran contra la
cohesión, la salud y el vigor de una comunidad organizada. Sin embargo, el
análisis se centrará sobre la cuestión de la exclusión social, especialmente la
cuestión social de la infancia.
3.- La exclusión social como problema:
Tal
como fue señalado, la recuperación del Estado y sus funciones indelegables en
Seguridad y Bienestar general de la población, son parte fundamental del
interés nacional argentino.
La
exclusión social entre otras graves consecuencias, significa que quienes se
encuentran en dicha situación, deben soportar serios, y en muchos casos,
insuperables obstáculos para el ejercicio de su libertad y de sus derechos,
como así también implica un grave obstáculo para la formación del capital
social. La exclusión social conspira en el logro de una comunidad organizada e
integrada.
El
término capital social hace referencia a las normas, instituciones y
organizaciones que promueven la confianza, la ayuda recíproca y la cooperación.
Va de suyo que en una sociedad en donde se va diluyendo la confianza, la ayuda
recíproca y la cooperación, se genera fragmentación social, violencia,
incertidumbre, conflictividad y anomia. Factores que si se cristalizan
dificultan precisamente el desarrollo y generan una sociedad patológica.
Para
medir el desarrollo de un pueblo se tienen en cuenta los siguientes parámetros:
niveles de distribución del ingreso, la movilidad social, el desarrollo del
capital humano y el capital social.
Por
su parte, para medir el desarrollo del capital humano se ponderan los niveles
de educación, capacitación, salud y experiencia de la población.
Estas
variables, son muy importantes también para analizar el cumplimiento de los
objetivos de la comunidad organizada.
4.- La importancia
estratégica de fortalecer el desarrollo del capital humano:
Sobre
esta cuestión hay una máxima fundamental: Una
sociedad sin capital humano no puede crecer, ni desarrollarse sostenidamente,
ni alcanzar su bienestar. Es decir, no es posible la construcción de una
comunidad realmente organizada, porque existiría una falla en la base de la
misma.
Esta
máxima se vuelve mucho más importante, si consideramos que nos encontramos
frente a lo que se denomina la sociedad del conocimiento. El término proviene
de las Ciencias Sociales y resalta la importancia que tiene el conocimiento
como principio estructurador de la sociedad moderna y como forma específica de
organización social, en donde la generación, procesamiento y transmisión de
información y conocimiento se convierten en la fuente fundamental de la
productividad y del saber.
Esto
significa, que en una sociedad donde información y conocimiento se convierten
en los factores productivos más importantes, se vuelve todavía más imperioso
fortalecer el desarrollo del capital humano para lograr mayor inclusión social,
movilidad social ascendente y distribución del ingreso. Todos factores
fundamentales para la cohesión social y en consecuencia, para la defensa
nacional.
Si se
descuida el desarrollo del capital humano, como consecuencia del vertiginoso
desarrollo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TICs) es
altamente probable que en el seno de la comunidad se produzca una profunda
brecha digital entre quienes tienen acceso a estas tecnologías y quienes no,
dando origen a una sociedad profundamente desigual y con altos niveles de
exclusión social.
Se
puede observar, a su vez, que el desarrollo de las tecnologías de la
información y de la comunicación, llevan la tendencia a una des-estandarización
de las relaciones laborales (es decir que las relaciones laborales se vuelven
intermitentes), a un probable aumento de la productividad, pero simultáneamente
un aumento del desempleo, de la fragilidad y de la fragmentación social. Estas
consecuencias deben evitarse a toda costa, bajo pena de no poder concretarse
los altos fines de la comunidad organizada.
En
consecuencia, desde una perspectiva económica, y teniendo como meta política
lograr cada vez mejores niveles de desarrollo como interés estratégico, es
fundamental de cara al futuro salvaguardar el hombre en tanto integrante de una
comunidad organizada. Este es el primer capital que hay que salvaguardar. Así
se desprende claramente del más reciente documento del magisterio social de la
Iglesia:
“La dignidad de la persona y las
exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones
económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las
desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo,
por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una
exigencia de la “razón económica”. El aumento sistémico de las desigualdades
entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los
diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo
tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la
democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico
por el progresivo desgaste del “capital social”, es decir, del conjunto de
relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son
indispensables en toda convivencia civil.”[9].
5.- Conclusión:
El ideal politico del peronismo pasa por la construcción de una comunidad organizada. Esta noción es un legado de la cultura política y jurídica grecorromana quienes consideraban que la actividad política era la más alta y la más noble de las actividades humanas a tal punto que los ponía en contacto con el mundo de los dioses.
Para la construcción de la comunidad organizada y su eventual defensa, es esencial que se consolide y fortalezca la política de seguridad social que es la encargada de lograr una sociedad cada vez más integrada, cohesionada que ponga en el centro el desarrollo humano, especialmente del capital social.
El desarrollo del capital social es el objetivo que logrará, en un mundo cada vez más complejo, dominado por los avances tecnológicos, que se construya una sociedad cada vez más inclusiva, en donde sea una realidad efectiva la ampliación de derechos y en donde impere definitivamente la justicia social.
[1] Teniente General Juan Domingo Perón,
La Comunidad Organizada, Secretaría Política de la Presidencia de la Nación,
Buenos Aires, 1974, Editorial Códex, pág. 25.
[2] R. H. Barrow, Los Romanos, Fondo de
Cultura Económica, México, 2008, pág. 15.
[3] Juan XXIII, Mater et Magistra, n°
219.
[4] Teniente General Juan Domingo Perón,
La Comunidad Organizada, Secretaría Política de la Presidencia de la Nación,
Buenos Aires, 1974, Editorial Códex, pág. 75
[5] Graciela Maturo, Marechal, El Camino
De La Belleza, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999, pág. 268 y sig.
[6]
Andrés, Alfredo. Palabras con Marechal, Editorial Ceyne SRL, Buenos Aires, 1990, pág 49.
[7]
Cicerón, De re pública, libro VI, Editorial Gredos, Madrid, 2000.
[8]
Koutoudjian, Adolfo. Lineamientos Estratégicos Para La Argentina, Ciclo de
Conferencias: Argentina y Sus Desafíos Estratégicos, IEERI, Congreso de la
Nación, Círculo de Legisladores, Buenos Aires, 2007.
[9] Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas In Veritate, punto 32, Editorial
Ágape, Buenos Aires, 2009.
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