Esto
plantea un desafío profundo, ya que la naturaleza ambivalente de la tecnología
puede generar tendencias deshumanizantes o nihilistas y una crisis de sentido
generalizada. Asimismo, el desarrollo tecnológico desmesurado tiende a eliminar
lo específico de cada nación, y puede poner en riesgo la supervivencia de las
culturas nacionales que desempeñan un papel fundamental en la guía de la acción
humana, en aportar significado y en el mantenimiento de la cohesión social. 
Frente
a ello, Argentina, como nación hispanoamericana, debe reafirmar su propia
identidad cultural, su religiosidad, su lengua, sus mitos y sus tradiciones. Tanto nuestro
país, como los países de la región sufren los vaivenes de la crisis mundial, que
repercute en nuestras economías todavía débiles, en nuestras sociedades
empobrecidas y, más grave aún, en la memoria de nuestro pueblo que se debilita y
se fragmenta poniéndolo en riesgo de caer en una subordinación cultural o ideológica. 
La
circunstancia histórica siempre define el rumbo de la reflexión con una prisa
inaplazable. Por eso debemos considerar que es el momento donde debemos pensar
en el destino del hombre, en su supervivencia, en el valor de la humanidad
sobre la tierra, en su dignidad singular; pero para que el pensar sea genuino
debe ser un pensar encarnado y situado, que se hace cargo de su propia
historicidad. Por eso, es la hora de pensar a Hispanoamérica desde América,
desde nuestra insoslayable identidad y desde nuestro particular bloque civilizatorio. 
Y
nuestra identidad es el barroco hispanoamericano, es decir, la conjunción de la
razón creadora y la fe, de la inteligencia constructiva y la espera en el
milagro como se evidencia en la piedad popular de nuestros pueblos. América
hispana es, para nosotros, el lugar del mito, la profecía y la comunidad de
destino. 
En
efecto, la cultura mestiza americana se reafirma en la fe, sin rechazar el
trabajo de la ciencia y la técnica. La América hispana, latina, lusitana,
indígena, africana, pero sobre todo mestiza, es la clave del nuevo humanismo.
En rigor de verdad, del antiguo y vigente humanismo cristiano abierto a lo
trascendente, a lo absoluto, al misterio y a lo extraordinario en medio de la
cotidianeidad de nuestra tierra. 
Y
uno de los principales modelos de ese mestizaje es la Virgen de Guadalupe,
patrona de América. La Guadalupana, expresa con profundidad ese mestizaje en su
rostro y en la cinta negra que lleva en la cintura, anuncio náhuatl de su
embarazo. 
Por eso, en medio de las grandes dificultades y desafíos del presente, la cultura hispanoamericana y su profundo ethos caracterizado por integración cultural, la tolerancia y el respeto por todas las culturas, puede representar la posibilidad de establecer nuevos lazos de unión entre todas los países Iberoamericanos como gran espacio geopolítico. Somos una verdadera civilización con una profunda vocación humanista que, de su acervo cultural, puede hacer significativos aportes a los profundos desafíos universales.
A partir
de dicha unidad, desde el propio bloque civilizatorio, podrá entusiasmar al resto de las naciones, para dar respuesta a la
crisis epocal, centrándonos en la defensa de la dignidad de la persona humana,
en su naturaleza social, en su dimensión de misterio, en sus vínculos
familiares y comunitarios, en el amor a su hogar y a su patria, y especialmente
en su vocación trascendente.  
FIN 
Gracias, Juan Bautista. Iluminador y enriquecedor como siempre.
ResponderEliminarAbrazo fuerte.
Muchas gracias a vos por el comentario
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