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domingo, 12 de octubre de 2025

12 de octubre: Día de la raza y de Hispanoamérica:

 


El 12 de octubre es un día donde celebramos nuestro origen, nuestra historia común y nuestra identidad hispanoamericana. Se trata de una celebración que no solo conmemora de dónde venimos y lo que somos, sino que también nos marca una tarea y una misión. Nos encontramos en un contexto de cambios históricos y crisis profundas, de desarrollo tecnológico acelerado y de oscurecimiento de la tradición y de los valores humanistas que delinearon lo que llamamos occidente.

Dicho contexto plantea un desafío profundo, porque la tecnología tiene un carácter ambiguo y desconcertante que, sino se centra en hacer florecer la dignidad humana, puede derivar en tendencias deshumanizantes o nihilistas y en una crisis de sentido generalizada. 

Asimismo, cuando el desarrollo tecnológico es desmesurado tiende hacia uniformidad cultural, con el inquietante peligro de debilitar o eliminar lo específico de cada nación, poniendo en riesgo la supervivencia de las culturas nacionales que desempeñan un papel fundamental en la guía de la acción humana, en aportar sentido y significado, y  finalmente en el mantenimiento de la cohesión social.

Frente a ello, Argentina, como nación hispanoamericana, debe reafirmar con vigor su propia identidad cultural, su religiosidad, su lengua, sus mitos y sus tradiciones. Todos los países de la región sufren los vaivenes de una crisis de dimensión mundial, que repercute en nuestras economías todavía débiles, en nuestras sociedades empobrecidas y, más grave aún, en la memoria histórica de nuestro pueblo que se debilita y se fragmenta con el riesgo consiguiente de caer en una subordinación cultural o ideológica.

Así pues, la circunstancia histórica siempre define el rumbo de la reflexión con una prisa inaplazable. Por eso, en medio de los cambios históricos que estamos viviendo, es necesario reflexionar sobre el destino del hombre, sobre su supervivencia, en el valor que tiene la humanidad sobre la tierra y en su dignidad singular. Pero para que dicha reflexión y dicho pensamiento sea genuino debe encarnarse en su propia realidad y cultura, debe hacerse cargo de su propia historicidad. Por eso, es que es imperioso pensar a Hispanoamérica desde América. Es decir, desde nuestra insoslayable identidad y desde nuestro particular bloque civilizatorio.

Y, en ese orden de ideas, nuestra identidad es el barroco hispanoamericano, es decir, la conjunción de la razón creadora y la fe, de la inteligencia constructiva y la espera en el milagro como se evidencia en la piedad popular de nuestros pueblos. América hispana es, para nosotros, el lugar del mito, la profecía y la comunidad de destino.

Pertenecemos a una singular cultura mestiza americana que se reafirma en la fe, sin rechazar el trabajo de la ciencia y la técnica. La América hispana, latina, lusitana, indígena, africana, pero sobre todo mestiza, es la clave del nuevo humanismo que hay que forjar. En rigor de verdad, del antiguo y vigente humanismo cristiano abierto a lo trascendente, a lo absoluto, al misterio y a la presencia de lo extraordinario en medio de la cotidianeidad de nuestra tierra.

Uno de los principales modelos de esa identidad mestiza es la Virgen de Guadalupe, patrona de América cuya fiesta se celebra el 12 de diciembre. La Guadalupana, expresa con profundidad ese mestizaje en su rostro y en la cinta negra que lleva en la cintura, anuncio náhuatl de su embarazo.

Por eso, en medio de las grandes dificultades y desafíos del presente, la cultura hispanoamericana y su profundo ethos caracterizado por la valoración de la común dignidad humana, la integración cultural, la  tolerancia y el respeto por todas las culturas, puede representar la posibilidad de establecer nuevos lazos de unión entre todas los países Iberoamericanos como gran espacio geopolítico. 

Sin dudas, hispanoamerica es una verdadera civilización cimentada en torno a la religión católica, con una profunda vocación humanista que, de su acervo cultural, puede hacer significativos aportes a los inéditos desafíos universales que planea la coyuntura histórica.

A partir de dicha unidad, desde el propio bloque civilizatorio, podrá entusiasmar al resto de las naciones, para dar respuesta a la crisis epocal, centrándonos en la defensa de la dignidad de la persona humana, en su naturaleza social, en su dimensión de misterio, en sus vínculos familiares y comunitarios, en el amor a su hogar y a su patria, y especialmente en su vocación trascendente.  

FIN

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