Los sistemas de protección social sostenibles
dirigidos a las personas vulnerables pueden evitar el aumento de la pobreza,
solventar dificultades sociales y, al mismo tiempo, contribuir a estabilizar la
economía y a mantener y fomentar la empleabilidad.
Introducción:
Estamos
viviendo un proceso económico, social y cultural de enorme dinamismo con
grandes cambios y crisis que se producen a escala mundial.
Por
un lado nos encontramos frente al avance vertiginoso de lo que se denomina la
sociedad del conocimiento, sociedad de la información o sociedad red[1].
En
esta sociedad tienen una especial preponderancia las tecnologías de la
información y de la comunicación (en adelante TICs) y la biotecnología.
Esto
produce y producirá cambios revolucionarios y con ellos, nuevos problemas e
incertidumbres, sobre todo en el aspecto cultural, social, político y
económico.
Por
otra parte, estamos desde el 2007 ante una crisis económica mundial originada
en los EE. UU y cuyo epicentro actualmente se encuentra en la Eurozona,
pero cuyos efectos se hacen sentir en todas partes del mundo.
La
combinación de la crisis económica y el desarrollo de la sociedad del
conocimiento hace que muchos analistas consideren que no estemos solamente
frente a una crisis económica, sino que estamos frente a una crisis de
civilización y en los albores de una nueva era que puede producir la
desaparición del capitalismo como sistema de producción tal cual lo conocemos
hasta ahora.
El
cambio económico, social y tecnológico está forzando el ritmo de las cosas, y
requiere una continua adaptación política e institucional para responder a las
nuevas necesidades y para aprovechar las oportunidades que se abren en una
economía mundial en proceso de integración acelerada, pero que a la vez muestra
evidentes signos de agotamiento. Los desafíos que se plantean son siempre
nuevos.
Desde
mi perspectiva fundada en la doctrina peronista, coincido con la
Organización Internacional del Trabajo (en adelante OIT), en cuanto a que
la sociedad humana se enfrenta, en el inicio del siglo XXI, con el reto
esencial de conseguir el pleno empleo y un crecimiento económico sostenible en
la economía mundial, así como la inserción social de todas las personas en una
comunidad organizada (conf. Conclusiones sobre la formación y el desarrollo de
los recursos humanos, resolución adoptada en la 88ª, reunión de la
Conferencia Internacional de Trabajo). En efecto, en la comunidad
organizada el primer objetivo es dar trabajo, porque el trabajo es el primer
ordenador social y la forma en la que cada persona contribuye al bien común con
su propio esfuerzo.
Sin
embargo, las amenazas que debemos enfrentar para conquistar estos objetivos son
múltiples y variadas, y si no se desarrollan o profundizan las políticas de
seguridad social, lo único que sucederá es que se profundicen las desigualdades
sociales, económicas, políticas y culturales, generando una sociedad
estructuralmente fragmentada con grandes sectores directamente excluidos. Esto
conspira en forma directa contra uno de los factores de poder mundial de una
nación, como lo es la cohesión social.
En
este contexto en el marco de la OIT, se celebró el Pacto Mundial para el
Empleo que es una sólida respuesta de los representantes de los gobiernos, la
comunidad empresarial y los trabajadores –los actores de la economía real- al
aumento sin precedentes del desempleo, el subempleo y el trabajo informal en
todo el mundo, situación que ha agravado los problemas que ya existían en
el mercado de trabajo y que fueron objeto de la Declaración de la
OIT sobre la justicia social para una globalización equitativa, de 2008.
Por
estos motivos, por un lado voy a analizar que es la sociedad de la información,
que desafíos plantea de cara al mercado de trabajo y a la inclusión-exclusión
social, y con que herramientas se pueden enfrentar esos desafíos desde la
seguridad social.
¿Que
es la Sociedad de la información, del conocimiento o sociedad red?
Hay
una distinción entre lo que se denomina la sociedad de la información, sociedad
del conocimiento y sociedad red.
-
La sociedad del conocimiento es una sociedad caracterizada por una
estructura económica y social, en la que el conocimiento ha substituido al
trabajo, a las materias primas y al capital como fuente más importante de la
productividad, crecimiento y desigualdades sociales.
Este
aspecto ya había sido expuesto por el magisterio social de la Iglesia, en la
carta encíclicaCentesimus
Annus de 1991 donde Juan Pablo II expone: “Existe otra forma de
propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no
inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y
del saber. En este tipo de propiedad, mucho más que en los recursos naturales,
se funda la riqueza de las naciones industrializadas.”
El
conocimiento teórico se ha convertido, según este enfoque, en la fuente
principal de la innovación y el punto de partida de los programas políticos y
sociales. Este tipo de sociedad está orientada hacia el progreso tecnológico y
la evaluación de la tecnología y se caracteriza por la creación de una nueva
tecnología intelectual como base de los procesos de decisión.
-
El término sociedad de la información se utiliza sobre todo cuando se tratan
aspectos tecnológicos y sus efectos sobre el crecimiento económico y el empleo.
Esta discusión tiene como punto de partida la consideración de que la
producción, la reproducción y la distribución de la información es el principio
constitutivo de las sociedades actuales.
Para
el sociólogo Manuel Castells hay que distinguir, entre sociedad de la
información e informacional. La información, es decir comunicación del
conocimiento, ha sido fundamental en todas las sociedades. En contraste, el
término informacional indica el atributo de una forma específica de
organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión
de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la
productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que
surgen en este período histórico[2].
-
Sociedad red indica un cambio de modo de producción social, sobre todo en el
modos de organización, dada la creciente importancia de la información o del
conocimiento para los procesos socio-económicos. Información y conocimiento
se convierten en los factores productivos más importantes.
Los
riesgos de la sociedad del conocimiento en cuanto a la exclusión social.
Los
riesgos de exclusión social en la sociedad del conocimiento están relacionados
con el acceso a la información y al conocimiento, y con los efectos de la
globalización socio-económica.
El
acceso a la red y la capacidad de saber usarla es cada vez más importante para
la participación en la vida social, económica y política. Por lo tanto, es
fundamental que se garantice la igualdad de oportunidades para poder acceder a
la red y la capacitación para poder usar esos medios metódica y efectivamente.
El
término “brecha
digital” expresa la existencia de una
desigualdad geográfica y social en la capacidad de utilizar estas tecnologías,
sea por el acceso a internet, por la disponibilidad de usar un ordenador o PC o
por la capacidad en saber usarlo.
En
relación al empleo, el concepto de la sociedad del conocimiento insiste en la
transformación de los mercados laborales hacia una de-estandarización de las
relaciones laborales. Las relaciones laborales estables y altamente reguladas
de la sociedad industrial no son ya el punto de referencia, sino las relaciones
laborales consideradas hasta ahora atípicas –por ejemplo el trabajo parcial, el
trabajo autónomo, el teletrabajo, el trabajo temporal- son cada vez más
frecuentes las salidas y reentradas en el mercado laboral, cambiando la
estabilidad laboral por la intermitencia. Esto sucede con todas las categorías
laborales, las de baja y las de alta calificación.
Las sociedades del conocimiento ganan en
productividad, pero también en inseguridad y fragilidad.
Considerando
que la sociedad del conocimiento sigue dominada por los principios básicos del
capitalismo, se prevé que sigan reproduciéndose las desigualdades sociales y
que se producirán nuevas desigualdades. Sería conveniente hablar de un
capitalismo del conocimiento o economía del conocimiento, ponderando que los
principios básicos de las sociedades más avanzadas en este aspecto, sigue
siendo la acumulación de capital y que se pretende someter la generación y uso
del conocimiento a la apropiación particular y a las reglas del mercado.
Desarrollo
económico, progreso social y políticas de seguridad social:
Frente
a la existencia y el avance de la sociedad del conocimiento, hay un acuerdo
cada vez mayor en cuanto a que la adquisición de capacitación de parte de los
trabajadores actuales y potenciales como así también la inversión en educación
y formación, constituyen la clave del desarrollo económico y social.
Las
capacitaciones y la formación aumentan la productividad y los ingresos, y
facilitan la participación de todos en la vida económico, social y cultural de
la nación. De esta manera se puede construir una comunidad organizada en la
cual todos los sectores participen activamente en el intercambio de bienes y
servicios, en la producción de riqueza y su distribución y en el intercambio de
los bienes simbólicos y culturales.
La
principal función de un gobierno es generar trabajo digno para todos. En esa la
línea, según la OIT, la finalidad primordial de la economía global debería
ser promover oportunidades para que los hombres y las mujeres pudieran
conseguir un trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad,
seguridad y dignidad humana. Ello exige el logro de cuatro objetivos
estratégicos esenciales para el progreso social:
La
creación de empleo (apoyada por inversiones crecientes y eficaces en desarrollo
de recursos humanos, educación y formación para la empleabilidad,
competitividad, crecimiento e integración social de todos);
La
promoción de los derechos fundamentales en el trabajo;
La
mejora de la protección social;
La
consolidación del dialogo social;
Los
países con ingresos más elevados son también aquellos en los que los
trabajadores han recibido más educación.
Las políticas pro empleo y la protección social
están en el centro de las respuestas a la crisis mundial. Las crisis del empleo debilitan a las clases
medias, amenazan la cohesión social y erosionan la confianza en los dirigentes.
Como
existe entre la recuperación económica y la recuperación del empleo un
desfasaje considerable, se vuelven esenciales para cubrirlo los sistemas de
protección social.
En
ese sentido, es necesario que en el futuro próximo, las políticas de seguridad
social no se limiten exclusivamente a otorgar prestaciones económicas, sino que
las mismas deben estar complementadas por capacitación y el otorgamiento de
herramientas digitales para que todos los sectores económicos y sociales puedan
integrarse en la sociedad del conocimiento.
Esto
se puede lograr a través de las siguientes medidas:
Mantener
en el empleo a las mujeres y los hombres tanto como sea posible, y respaldar a
las empresas, en particular las pequeñas, medianas y microempresas;
Apoyar
la creación de empleo y promover inversiones en sectores intensivos en empleo,
incluidos los empleos verdes;
Facilitar
una reinserción más rápida en el empleo y contener la deflación de los
salarios;
Proteger
a las personas y las familias afectadas por la crisis, en particular las más
vulnerables y aquéllas en la economía informal, fortaleciendo los sistemas de
protección social para mantener ingresos y niveles de subsistencia sostenibles,
así como la seguridad de las pensiones;
Acelerar
la recuperación del empleo y ampliar las oportunidades de ocupación, actuando
simultáneamente sobre la demanda y la oferta de trabajo;
Dotar
a la fuerza de trabajo de las competencias laborales necesarias tanto ahora
como en el futuro.
Si
se adoptan en forma coordinada estas políticas se puede estimular la demanda
agregada y reforzar a las economías como un proceso de crecimiento más
incluyente.
El
crecimiento debe estar orientado hacia la generación de empleo y promover la
cohesión social y debe contemplar la inclusión educativa y construcción de
conocimiento vinculado al empleo y al desarrollo.
Es
decir, que las políticas de seguridad social son necesarias para asegurar la
vinculación entre el progreso social y el desarrollo económico.
Los
sistemas de protección social sostenibles dirigidos a las personas vulnerables
pueden evitar el aumento de la pobreza, solventar dificultades sociales y, al
mismo tiempo, contribuir a estabilizar la economía y a mantener y fomentar la
empleabilidad.
El
Estado, los movimientos sociales, y la sociedad en su conjunto deben colaborar
y aportar para ayudar a los grupos vulnerables más afectados por la crisis, por
medio de una combinación de medidas de apoyo a los ingresos, desarrollo de
competencias laborales y respeto del derecho a la igualdad.
En
consecuencia, desde una perspectiva económica, es fundamental de cara al futuro
salvaguardar el hombre en tanto integrante de una comunidad organizada. Este es
el primer capital que hay que salvaguardar. Así se desprende claramente del más
reciente documento del magisterio social de la Iglesia:
“La dignidad de la persona y las exigencias de la
justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan
aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se
siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo, por parte
de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la
“razón económica”. El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos
sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes
países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a
erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia,
sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el
progresivo desgaste del “capital social”, es decir, del conjunto de relaciones
de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en
toda convivencia civil.”[3].
Creo
que en la Argentina, las políticas de seguridad social están orientadas en
el sentido indicado precedentemente, motivo por el cual, deben ser apoyadas,
consolidadas y profundizadas en el futuro.
[1] Manuel
Castells, La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura, Vol I La
Sociedad Red, Siglo XXI editores, tercera edición en español, México, 2001,
pág. 27 y siguientes.
[2] Manuel
Castells, La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura, Vol I La
Sociedad Red, Siglo XXI editores, tercera edición en español, México, 2001, pág.
27 y siguientes.
[3] Benedicto
XVI, Carta Encíclica Caritas
In Veritate, punto 32, Editorial Ágape, Buenos
Aires, 2009.
Publicado el 21/02/2015
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