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viernes, 27 de diciembre de 2024

LA NECESIDAD DEL DIALOGO SOCIAL EN LA CONSTUCCIÓN DE UN DESTINO COMÚN:

 


Frente a la grave crisis política, económica y social de nuestro país, es necesario trabajar a destajo para alcanzar grandes acuerdos sociales que nos permitan crecer y desarrollarnos de manera sostenida. Para alcanzar dichos acuerdos sociales básicos, el camino recomendable es el dialogo y la cooperación entre trabajadores y empresarios. Pero no podemos ser ingenuos, en esta dinámica es inevitable transitar el conflicto. Como enseña el Papa Francisco, el conflicto no puede ser ignorado o disimulado, sino que debe ser asumido. Pero asumirlo no significa que debamos quedar atrapados en él, porque ahí perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.

La mejor manera de situarse ante el conflicto, es aceptarlo, en cierta manera sufrirlo, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. De este modo, se hace posible desarrollar una comunión en las diferencias, que sólo pueden facilitar esas grandes personas que se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y miran a los demás en su dignidad más profunda y que se guían por una fuerte vocación por el bien común.

Por eso, para que el dialogo social funcione, hace falta postular un principio que es indispensable para construir la amistad social: “la unidad es superior al conflicto”. La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior donde prima el amor por la patria y que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna.

Otro principio que surge del magisterio del Papa Francisco es que “el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas”. Por eso para que el dialogo social prospere, siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios.

Por consiguiente, el modelo del dialogo social no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. La acción política, por ende, debe procurar recoger en ese poliedro lo mejor de cada uno. Allí entran los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Es la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos.

Así pues, teniendo en consideración las coordenadas que surgen del magisterio del Papa Francisco, el dialogo social será una expresión relevante en la construcción de una Nación digna a la que aspiramos todos los argentinos.

Cuando el dialogo, la participación y el consenso se realizan para construir un destino común, se visualizan con mayor intensidad los contornos de la patria concebida como hogar y morada, como pertenencia y como destino común. La patria como morada, es el ámbito espiritual necesario, para robustecer los vínculos comunitarios, en donde se opera la relación con los otros y donde se juega el destino colectivo y que es, para quienes la habitan “el rincón más risueño de la tierra”, pues allí se sitúan las vivencias más íntimas y significativas del ser humano. 

Esta vivencia que se opera dentro de la comunidad, al poseer un origen en común, una historia compartida y un destino colectivo, vigoriza la noción de pueblo como conjunto fraternal, no gregario, construido sobre la dignidad eminente de la persona humana. De esta forma, el pueblo será el sujeto histórico y colectivo que realiza el destino común.

Parafraseando al poeta Leopoldo Marechal, podemos afirmar que la construcción de una comunidad de destino es “transformar una masa numeral, en un pueblo esencial”.  Un pueblo en marcha, con un horizonte definido, que se asume como sujeto y protagonista de la historia en busca de la justicia social y del bien común.

Por eso, esta es una oportunidad histórica para la República Argentina. Los trabajadores organizados, las cámaras empresariales, los colegios profesionales, los centros académicos, los movimientos sociales y otras instituciones podrán participar de un mismo espacio de diálogo y acordar políticas públicas, en donde todos los sectores se encuentren debidamente representados. Es la posibilidad de fortalecer y enaltecer la calidad institucional de nuestra joven democracia y de cimentar una nueva etapa de la misma.

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