La llamada “Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible”, aprobada en septiembre de 2015 por la Asamblea General
de las Naciones Unidas, tiene como objetivo visible representar una visión transformadora hacia la
sostenibilidad económica, social y ambiental de los 193 Estados Miembros que la
suscribieron.
En dicho marco, los 17 objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS) pretenden ser una hoja de ruta sobre temas altamente
prioritarios para la generalidad de los paises, pero especialmente para un país en vías de desarrollo como el nuestro, como son la erradicación de la
pobreza en todas sus formas, la reducción de la desigualdad, un crecimiento
económico inclusivo con trabajo decente para todos, ciudades sustentables y mitigación
del cambio climático.
Por su parte, el "Pacto para el Futuro" es un acuerdo multilateral negociado por los líderes mundiales en la 79ª Asamblea General de las Naciones Unidas aprobado el 22 de septiembre de 2024 del cual nuestro país se disoció. Este Pacto, cubre una amplia gama de temas que incluyen la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible, el cambio climático, la cooperación digital, los derechos humanos, el género, la juventud y las generaciones futuras, y la transformación de la gobernanza global.
Se nota en ambos casos que la excesiva vaguedad de los objetivos y metas propuestos dio lugar a una interpretación sesgada y diríamos, tendenciosa, de los mismos por parte de la mayor parte de los estados desarrollados -especialmente europeos- y de las agencias internacionales como la ONU, que en los hechos implica una virtual colonización ideológica de ambos instrumentos.
En efecto, se puede advertir como detrás de estos objetivos en apariencia loables, se disimula un intento por imponer, una agenda universal y una narrativa homogénea a todos los paises, que se asemeja a la ideología globalista de Davos, en detrimento de las identidades culturales nacionales, la soberanía y la protección de sus intereses permanentes.
En esa estrategia de colonización ideológica, nos parece que cumplen
un rol importante los organismos supranacionales -particularmente la ONU- quienes, a través de su
actuación, sus declaraciones y documentos, forman parte de un dispositivo político global
que busca subordinar ideológica y culturalmente a las diversas naciones del
mundo a los intereses de una elite financiera y global.
Frente a esto, a nivel nacional lo prioritario es tomar
conciencia de cuáles son estos intereses globalistas y a través de qué mecanismos
y organizaciones no gubernamentales operan en nuestro país. Simultáneamente, debemos
fortalecer la defensa de nuestros valores nacionales -sin extremismos-
pero con firmeza, con un fuerte anclaje en la cultura argentina y sus raíces hispanoamericanas. Asimismo, es
clave la defensa de la soberanía, del federalismo y de los valores humanistas y
cristianos que nos identifican.
En el lenguaje y la narrativa de
los organismos supranacionales se advierte, que a través de una semántica en
apariencia neutral y con la utilización de eufemismos, se opera un
desplazamiento de los valores específicos de cada nación en favor de una
agenda que podemos denominar “del descarte” (aborto, eutanasia, derechos reproductivos). Esto se
realiza a través de la promoción del “lenguaje inclusivo”, el sobredimensionamiento e
ideologización de las “cuestiones de género”, la invisibilización de la
importancia de la familia en la sociedad y la promoción de políticas de control
de la natalidad, como instrumentos de cambio cultural y subordinación
ideológica.
Este cambio no aparenta ser meramente superficial. Por el contrario, opera como una transición de lo axiológico a lo ideológico por medio de una agenda alineada con estándares globales de gobernabilidad. Esta agenda, subrepticiamente, busca favorecer los intereses de una elite cosmopolita y multicultural por medio de una narrativa homogénea y “universalizable” que desconecta a nuestro país tanto de sus necesidades y prioridades específicas, como de su particularidad nacional y cultural, acercándolo a un enfoque tecnocrático y mundialista.
2 La Gran Narrativa del Foro Económico Mundial y la política de la pos-modernidad
Así pues, la "Agenda 2030" y el "Pacto del Futuro" tienen grandes coincidencias con la "Gran Narrativa impulsada por El Foro Económico Mundial que busca establecer un marco ideológico
universal en el contexto de un mundo pretendidamente multipolar y globalizado.
Esta narrativa aboga por una visión única y homogénea que reemplace las
múltiples perspectivas culturales y soberanas de cada nación.
De este modo, ambos instrumentos y su interpretación, se presentan en
oposición a los valores nacionales y promueven una perspectiva pos moderna, de
matriz fuertemente individualista con una férrea defensa de nuevos derechos
subjetivos (derecho al aborto, a la identidad de género, etc.), que busca
uniformizar o estandarizar los valores y normas sociales a nivel global en
detrimento de los vínculos sociales y
comunitarios.
En este punto, es relevante tener en claro que
nuestro país -como cuestión estratégica fundamental- debe: a) frenar la caída
de la tasa de natalidad -que se viene observando desde 2014- y el consecuente
envejecimiento poblacional, b) fortalecer la cohesión social a través de
políticas que promuevan el rol de la familia y de las organizaciones sociales
de la comunidad para incrementar el capital social y humano de nuestro pueblo (como
por ejemplo los clubes de barrios), c) promover una sólida política de
desarrollo humano integral (energía, minería, alimentos, etc.), y d) fortalecer su identidad nacional y su “ethos
popular”.
Insistimos en señalar que la “Gran
Narrativa globalista” representa una amenaza a nuestros objetivos estratégicos, ya que favorece una cultura narcisista e
individualista, de “des desarrollo” y “disminución poblacional”, que fomenta el control de la natalidad y suprime las identidades culturales particulares en
favor de una visión única del progreso.
Esta promoción y auge del individualismo que impulsa la "Gran Narrativa", ya era advertida por Perón hace más de 40 años atrás. El señalaba algunas características de este
proceso que se caracterizaba por la disolución progresiva de los lazos
espirituales entre los hombres. Agregaba, que este catastrófico fenómeno debía
su propulsión a la ideología egoísta e individualista, según la cual toda
realización es posible sólo como desarrollo interno de una personalidad
clausurada y enfrentada con otras en la lucha por el poder y el placer. Y
concluía que este pensamiento solo había logrado aislar al hombre del hombre, a
la familia de la Nación, a la Nación del mundo, poniendo a unos contra otros en
una competencia ambiciosa y en una guerra absurda[1].
En este contexto, de un mundo posglobal y conflictivo, todo indica que el nacionalismo y la protección de la soberanía serán conceptos perenes y podríamos decir, fundamentales. Así pues, la persistencia de estas lógicas globalistas, sin que sean debidamente confrontadas, con razones y argumentos profundos, nos plantea el interrogante acerca de si Argentina logrará conservar su identidad nacional o si, por el contrario, se subsumirá a la nueva estrategia universal.
3. El Desafío de la Argentina ante la Globalización
En resumen, la agenda
globalizante y la “Gran Narrativa” del Foro Económico Mundial que se expresa
mayoritariamente en los organismos supranacionales es contraria a nuestras
raíces, a nuestra identidad y por ende a nuestros intereses nacionales
permanentes.
Por eso, es imperioso resistir la
homogenización global y preservar la identidad nacional. De lo contrario,
deberemos aceptar acríticamente una visión de posmoderna que reduce la pluralidad de
perspectivas en favor de una única narrativa de progreso, razón y humanismo abstracto, dominada por el individualismo y la ampliación indiscriminada de derechos subjetivos, que resulta contraria a nuestros intereses estratégicos.
No tenemos dudas en cuanto a que, en última instancia, la identidad de Argentina en el S.XXI dependerá de la capacidad de mantenerse fiel a sus valores y principios, o de su disposición a adaptarse a las demandas de una política posglobal de cancelación y disolución.
Por ello, debemos elaborar una estrategia nacional de actuación frente a los organismos internacionales -incluyendo a los parlamentarios- y las organizaciones no gubernamentales que defienden intereses globalistas. Todas las instancias gubernamentales y sus tres poderes de estado deberían estar alineados en la defensa de los intereses nacionales en todos los foros de actuación.
Así pues, frente a la difusión de
teorías o consignas que funcionan como patrones de dominio cultural, debemos
fortalecer las ideas y valores que se deducen y se obtienen del ser de nuestro
pueblo. Esas ideas y valores se realizan efectivamente en la comunidad
política sobre dos principios fundamentales: la unidad, que genera la fuerza
de un pueblo, y la solidaridad, que es lo que le da la cohesión. A su vez, la
comunidad organizada comprende a la nación como una unidad abierta
generosamente con espíritu universalista, pero consciente de su propia
identidad.
Finalmente, nuestro país necesita
de la familia por su fecundidad y por la reproducción de la sociabilidad. Eso
por cuanto la familia actúa como agente de socialización, de transmisión de
valores culturales, de contención afectiva, de equidad generacional y de
regulación social. Por eso es que es la base de la sociedad y de la comunidad
política.
Por todo ello, debe quedar clara
la postura de nuestro país en defensa de sus intereses estratégicos y en
concordancia con ellos, defender los valores de la familia y de la protección
de la vida desde la concepción y buscar
alianzas con otros líderes y naciones que compartan estos valores e intereses. Argentina debe defender su soberanía, sus intereses y su identidad cultural profundamente
humanista y cristiana.
[1] Juan
Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional,
Ediciones Realidad Política, Buenos Aires, pág. 78.
No hay comentarios:
Publicar un comentario