1.- Los ejes geopolíticos de EE.UU.
El inicio de la era Trump en
EE.UU. parece moverse en base a cinco ejes principales: a) Una visión
geopolítica de confrontación con China, pero con matices, puesto que detrás de la retórica confrontativa, parece buscar una
negociación con los mismos chinos y con Rusia por zonas de influencia
regionales; b) En ese marco, buscar una convergencia de intereses con Rusia
para fortalecer a EE.UU en la disputa con China; c) Que EEUU refuerce el
control sobre su área contigua (“América para los americanos”, según la
Doctrina Monroe) aliviando presiones en otras geografías, especialmente en
Europa; d) que EE.UU se vuelva concentrar en el lndo Pacífico donde China, su
gran rival, evidenció pretensiones expansionistas; e) que en sus decisiones
estratégicas EE.UU. va a priorizar sus propios intereses inmediatos y sus
acciones se basarán en la consideración de los hechos y no en orientaciones
morales o ideológicas (enfoque realista).
2.- Las negociaciones con
Rusia para alcanzar la paz en Ucrania:
En este contexto, el 18 de febrero de este 2025, delegaciones de
alto nivel de Estados Unidos y Rusia se reunieron en Riad, capital de Arabia
Saudita, para dar inicio a una ronda de negociaciones destinadas a poner fin a
la guerra en Ucrania.
Previamente, la decisión del
presidente estadounidense Donald Trump de no consultar ni advertir a los
líderes europeos antes de hablar con el presidente ruso Vladimir Putin, fue un
síntoma de cuán irrelevante se ha vuelto Europa en el tablero mundial, incluso
cuando sus intereses geopolíticos están en juego.[1]
El reciente encuentro entre los presidentes de Ucrania y de EE.UU. en el salón oval, por un lado evidenció las diferencias en torno a las negociaciones de paz entre los europeos y norteamericanos. Por otro lado, también refuerza la hipótesis de que la administración Trump está enfocada en defender sus propios intereses sin considerar los de sus aliados de la OTAN, incluido Inglaterra. Por último, pone de manifiesto que está en peligro la subsistencia de la Alianza Atlántica y que estamos ante el surgimiento de un nuevo orden internacional.
3.- Posibles consecuencias de la paz en Ucrania:
El inicio de estas negociaciones
de paz confirma que la estrategia de Washington está enfocada fundamentalmente
en su confrontación con China en el Indo-Pacífico y en reforzar sus intereses en América Latina y en el ártico.
En efecto, para China, tanto el conflicto en Gaza como la crisis
ruso-ucraniana si bien alteró la marcha de su proyecto de infraestructura
denominado “La nueva ruta de la Seda”, también obstaculizó el intento
estadounidense de centrarse en la región del Indo-Pacífico, otorgándole a China
un margen bastante amplio de maniobra.[2]
La normalización de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos puede
llevar a los rusos a centrarse en sus relaciones con Occidente y reducir su
cooperación con China, especialmente en temas militares y económicos.
Por su parte, la paz serviría a
Moscú para intentar equilibrar la relación de poder con Beijing, especialmente
en Asia Central, territorio que los rusos consideran su zona de influencia
directa. Recordemos, que si bien China y Rusia pueden establecer una alianza
comercial, lo cierto es que en el pasado han mantenido conflictos relevantes, que
asumen agendas separadas y que tienen múltiples intereses antagónicos.[3]
Para Estados Unidos, reducir el
enfoque en el conflicto europeo de largo plazo le permitirá movilizar más
recursos hacia la región Indo-Pacífica y reforzar alianzas estratégicas con
países como Japón, India[4]
y Australia, con los que selló, en 2017, un acuerdo diplomático y militar
(QUAD) para contrarrestar el aumento del poder económico y militar chino.
Por su parte, ante este nuevo
equilibrio, China podría tener que adaptar su enfoque estratégico para proteger
sus intereses en estas áreas. Hasta el presente, la asociación estratégica con
Rusia demostró ser un instrumento exitoso para los intereses chinos, centrados
en contrarrestar las amenazas percibidas de Estados Unidos y sus aliados
europeos y de la región del Indo-Pacífico.[5]
Entre los efectos no deseados
para EE. UU, se puede mencionar que quitarle el apoyo a Ucrania por un lado y a
los europeos, que han sido sus aliados desde la segunda guerra mundial en
adelante en la OTAN, le puede generar una perdida de prestigio y de
confiabilidad, que repercuta significativamente en sus acciones futuras.
4.- Efectos para Latinoamérica:
Para Latinoamérica, si bien la
región no está directamente involucrada en el conflicto ucraniano o en las
dinámicas europeas, un acercamiento entre Rusia y Estados Unidos también
tendría un impacto significativo, aunque de manera indirecta. Trump busca
priorizar los intereses estadounidenses en el hemisferio occidental y recuperar
la zona de influencia que cree que es natural para Estados Unidos
(Latinoamérica), limitando la influencia extra regional (China, Rusia, Europa e
Irán). Asimismo, cree que la situación en Ucrania es un asunto que compete
directamente a los europeos, y que no repercute sobre la seguridad nacional
estadounidense, lo cual se refleja en su tendencia hacia una política exterior
más centrada en los intereses inmediatos de los Estados Unidos [6].
La relación del gigante asiático
con Latinoamérica ha venido desarrollándose de forma acelerada durante las
últimas dos décadas. Inicialmente, el interés de China hacia la región se centró
en la adquisición de materias primas para impulsar su crecimiento industrial y
alimentar a su población. Posteriormente, a este estímulo inicial le siguió una
fase de poder blando y, tras la llegada de Xi Jinping al poder, las relaciones
bilaterales ingresaron en una nueva fase integral que trasciende la esfera
económica tradicional y las cuestiones socioculturales, para incluir
actualmente las dimensiones política y militar-estratégica.
5.- Posibles acciones de EE. UU en Latinoamérica:
En tal supuesto, es posible que
los Estados Unidos busque fortalecer las relaciones con los gobiernos
latinoamericanos mediante la cooperación, sellando acuerdos comerciales[7] y
promoviendo inversiones en infraestructura,[8]
sin la distracción de un conflicto prolongado en Europa del Este.
Asimismo, aunque Estados Unidos
considere que la guerra ruso-ucraniana no repercute en su seguridad nacional,
un acercamiento con Rusia podría tener repercusiones sobre algunos conflictos
políticos y de seguridad que afectan a Latinoamérica, en caso de que los rusos,
como moneda de cambio, resten su apoyo a regímenes iliberales como los de
Venezuela y Nicaragua,[9] que
históricamente han tenido un respaldo simbólico y político de Moscú.
Por último, atento a la
importancia de la geopolítica de los accesos y de los pasos interoceánicos, cobra particular relevancia el Atlántico Sur y la Antártida en términos geopolíticos. En dicha zona es
factible que la administración Trump no vea con buenos ojos la presencia
británica –una potencia extra regional europea- en las islas Malvinas con su indudable proyección a la Antártida.
[1] Mahbubani (2025,
18 de febrero).
[2] “Posición de China en relación con
los conflictos de Ucrania y Gaza”, OPI (2024, 5 de noviembre).
[3]
El problema de Taiwán está a
las puertas de un nuevo giro político con el relevo en la presidencia de Tsai Ing-wen.
Aunque su sucesor, Lai Ching-te, se alinea con el continuísmo del statu
quo, una escalada hacia mayor tensión no es descartable. Asimismo, la situación
se caldea en las disputas territoriales con Filipinas, muy especialmente,
aunque otros países de la zona mantienen reclamaciones al respecto. EEUU sigue
fortaleciendo sus alianzas militares y de seguridad tanto a nivel bilateral
como a través de la potenciación de las nuevas alianzas, ya sea QUAD o AUKUS,
que pronto podría incluir a Japón. Esa gran pinza estratégica preocupa en
China. Atemperarla y equilibrarla, en buena medida, pasa por establecer unas
buenas relaciones con Rusia; de este modo, puede concentrar sus preocupaciones
y recursos en los desafíos que plantea la estabilidad de las rutas marítimas y
la gestión de los contenciosos en esta frontera.
[4]
La India es muy importan para
EE. UU para equilibrar el ascenso de china. En el último encuentro entre Donald
Trump y Narendra Modi, hablaron de incrementar la colaboración en cuestión de
reactores modulares pequeños, que según el Organismo Internacional de Energía
Atómica pueden producir grandes cantidades de electricidad con bajas emisiones
de carbono. En la llamada telefónica que habían mantenido el pasado 27 de enero
ya se había avanzado que los dos líderes iban a incluir en sus conversaciones
un mayor intercambio en materia de tecnología, energía y defensa, entre otros
puntos.
[5]
Ibíd. En los
últimos años, Beijing y Moscú forjaron una relación dirigida a conquistar una
mayor autonomía económica y financiera frente a los países occidentales: el
comercio entre ambos países —que se encontraba aumentando rápidamente antes de
la guerra ruso-ucrania, y ha seguido haciéndolo durante ella— se ha duplicado,
pasando de 108.000 millones de dólares en 2020 a 240.000 millones de dólares en
2023, permitiendo al país euroasiático escapar de las sanciones
occidentales.
[6] Ferrer, A. (2025, 19 de febrero),
"Un gasto innecesario": Trump vería a Ucrania como causa perdida y a
Zelenski como alguien sin poder (entrevista), Sputnik. Disponible en
línea.
[7] La
reorientación estratégica de Estados Unidos hacia Latinoamérica puede jugar un
papel clave en la concreción de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con
Argentina, especialmente si se resuelven las cuestiones de fondo que surgen del
marco multilateral del Mercosur, del cual la segunda es miembro. Este es un
punto fundamental, ya que las políticas comerciales del Mercosur podrían ser un
obstáculo significativo para que Argentina negocie de manera bilateral un TLC
con Estados Unidos.
[8] Una
posibilidad es que la actual administración estadounidense reactive el programa
'América Crece', una iniciativa impulsada durante el primer gobierno de Trump,
que involucró a diversas agencias y departamentos del gobierno de Estados
Unidos, como el Departamento de Estado, el Departamento del Tesoro, el
Departamento de Comercio y el Departamento de Energía. Este programa promovió
la inversión de manera más directa a través del sector privado y las
corporaciones empresariales.
[9] Cuba, que
desde 1989 ha visto disminuir el apoyo ruso también podría verse afectada. En
este caso de manera más bien indirecta, si disminuyese la asistencia rusa a
Caracas. Desde el año 2000 (y al menos hasta el inicio de la crisis venezolana)
la isla mantuvo una relación económica favorable con Venezuela (Mesa-Lago,
2025).